BUENOS AIRES LÍRICA - La experiencia de la opera
 
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I CAPULETI
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Francesco Florimo
Comentario

Por Claudio Ratier

Florimo y el mito Bellini

A lo largo de este comentario se ha recurrido más de una vez al biógrafo de Bellini, el músico y bibliotecario Francesco Florimo: el suyo es un caso que merece este apéndice.

Francesco Florimo fundó un tipo de culto belliniano, cuya manía por un coleccionismo no libre de fetichismo penetró en el terreno de lo patológico. No parece gran cosa la conservación de las tres plumas de ganso utilizadas por el objeto de su adoración para escribir Norma, al lado de esto: "aquello, detrás del cristal, son los cabellos de Bellini; tan tempranamente privado de su espíritu, es lo que nos queda; y si el apolíneo rostro de Vincenzo Bellini sólo está en el mármol o en la tela, esos cabellos son una parte suya que aún es joven, la cual, aparentemente inanimada, aún palpita y vive."

Hoy resulta claro que con el propósito de hacer de su amigo un mito, Florimo manipuló toda la información que tuvo a disposición, plenamente convencido de que la amistad y la proximidad lo autorizaban a construir su monumento a la tergiversación. Este tema fue tratado por el especialista Paologiovanni Maione, en el marco de un congreso internacional celebrado en Catania por el bicentenario del músico (de la p. 39 extraje las comillas citadas en el párrafo anterior; ver bibliografía).

Porque en cierto punto no era de su agrado la información que comenzaba a ser publicada sobre Bellini, Florimo se ocupó de escribir su propio ensayo biográfico, sin dejar de repartir material dudoso a aquellos interesados en emprender sus propias investigaciones. Más tarde se ocupó de publicar el epistolario, con tal grado de tergiversación y de censura, que llegó a tener choques con su colaborador, Cesare Dalbene. Con referencia a esta publicación de las cartas, muy bien hace notar Maione que aquello que debe ser examinado no es la calidad de los escritos de Bellini, sino la operación llevada a cabo por Florimo con el objeto de mitificar a su amigo, y en consecuencia construir un ídolo romántico (p. 40).

Nos hemos referido a la relación de Bellini con Donizetti, un punto sensible al que Florimo dedicó varias líneas; en ellas describió una grande y sana amistad, contrariamente a lo que, según él, decían las lenguas malintencionadas. Al respecto, esta frase de Bellini revela la verdad en cuanto a los sentimientos frente a la competencia de su colega bergamasco: "Es imposible que exista amistad dentro del mismo oficio". Claro que esta carta, fechada el 5 de abril de 1828, no está incluida en los trabajos de Florimo, sino que fue dada a conocer por Maria Luisa Cambi, cuyo epistolario publicado en 1943 fue útil para derribar el mito y sacar a la luz la verdad (citada por Ashbrook, p. 44).

También sabemos que Bellini y Donizetti coincidieron en París en los tiempos de I puritani. Ashbrook observó en la correspondencia del primero, una hostilidad hacia su colega con ribetes de paranoia. Al enterarse de que Donizetti también tenía su encargo para el Théâtre-Italien, reaccionó con una "rabia acompañada de temor": se convenció de que su competidor contaba con el favoritismo de Rossini. Por tal motivo le escribió al último la carta citada líneas arriba, donde sometió la partitura de I puritani a su entero juicio, actitud que para Florimo es un ejemplo de inusitada humildad. En realidad, para "poner a Rossini de su lado" Bellini comenzó a hacerle la corte y así se dirigió a Florimo, en estas líneas del 4 de octubre de 1834 dadas a conocer por Campi: "Debes saber que rogué a Rossini (para hacerle la corte y porque lo creo capaz de aconsejarme), de tener a bien mirar mi ópera (I puritani - CR) para darme cualquier parecer […] Eso me dio placer y si tendré la protección de Rossini estaré a mis anchas; porque hasta ahora no ha hecho sino hablar malísimamente de mí, al decir que quien más genio tiene en Italia es Paccini, y por la tirada de las piezas de Donizetti, y estos estúpidos de periodistas escuchan y siempre escucharon a Rossini como a un oráculo […]" (Ashbrook, p. 81). En verdad no soportaba la enorme influencia del compositor de Pesaro en la vida musical parisiense y, por si queda alguna duda, existe en el trabajo de Maione la mención a otra carta, del 18 de julio de 1835, donde Bellini manifiesta su intolerancia una vez más (Maione, p. 46).

Según Ashbrook, Donizetti jamás se enteró de la virulencia que hacia él tuvo Bellini (ignoro si Rossini supo algo de la parte que le tocó). No solo esto, sino que para su temprano fallecimiento compuso, sobre versos de Andrea Maffei, un Lamento per la morte di Bellini. Más tarde le dedicó una Messa di Requiem, que recién se ejecutó en 1870; y si son insuficientes las pruebas de su buena predisposición, en 1836 escribió una Sinfonia sobre motivos de las óperas de su colega.

La operación del mito Bellini llevada a cabo por Florimo tuvo bastante éxito. De su tormentosa vida afectiva, se ocupó de no decir nada. Siempre es bueno desconfiar de los héroes apolíneos, porque suelen ser una construcción alejada de la realidad. Claro que lo que más nos importa es la innegable genialidad artística, pero un examen de la verdad, capaz de poner a la luz esos defectos tan hábilmente escondidos, nos coloca ante un Bellini más humano y, por lo tanto, más creíble.