Comentario
Por Claudio Ratier
Recorrido por Bellini
A semejanza de otros casos que registra la historia, Vincenzo Bellini recibió las primeras lecciones musicales de su padre, para más tarde continuarlas bajo la guía de su abuelo Vincenzo; este, alumno de Jommeli y de Piccinni en Nápoles, le enseñó contrapunto y partimento *. Años después y gracias al Duque de San Martino, intendente de Catania, el futuro compositor prosiguió sus estudios en el Colegio de San Sebastiano en Nápoles, donde fue discípulo de Niccolò Zingarelli.
Gracias a Zingarelli, Bellini conoció la música de Haydn (los cuartetos, de notable influencia sobre la relación entre línea melódica y acompañamiento) y Mozart (los quintetos). También accedió a la obra Paisiello, Jommeli y Pergolesi, del que estudió con fascinación el Stabat Mater, y expresó: “¿Y cómo no llorar, al contemplar este sublime poema del dolor? ¡Qué feliz sería, si en mi vida tuviera la fortuna de crear una melodía tierna y apasionada, que al menos se pareciese a una de estas!” Si algo ocupó un aspecto central en sus futuras creaciones y dio lugar a elogios y análisis, fueron sus melodías.
No tardó en llegar el deslumbramiento con la obra de Rossini, cuya Semiramide conoció en 1824. De esta época data su primera pieza: la canción para contralto Dolente immagine di Fille mia, a la que siguieron otras composiciones vocales, instrumentales de cámara, música sacra y seis sinfonías.
Podemos pensar que la fascinación por el músico de Pesaro era tan grande, que le planteaba algunas inquietudes. Pergolesi y su Stabat Mater podían ser una adecuada señal a seguir, pero cualquier influencia del estilo rossiniano en boga lo ponía en riesgo de convertirse en un simple epígono. Al respecto escribió su biógrafo y amigo, el músico y bibliotecario Francesco Florimo: “[Bellini obedeció] al deseo de ver si con las mismas siete notas se podían expresar de otra maneras las pasiones humanas […] Incansable en el trabajo, buscaba la verdadera expresión del afecto y de la palabra sin pompa, y con simplicidad de medios lograba efectos maravillosos, poderosos.” Con 24 años, Bellini entendió hacia dónde debía dirigirse para hallar su propio lenguaje.
*Partimento: método para escribir las cifras del bajo continuo, propio de Scarlatti y de la escuela napolitana (dato gentilmente proporcionado por Cristina Ferrajoli).