Los autores sitúan la acción en el siglo XVII, en el interior de un convento.
Hermanas y novicias se reúnen en el patio de un convento. Hablan de cosas simples. Entre ellas, Suor Genovieffa, que en su vida anterior era pastora, expresa su deseo de ver un corderito. Suor Angelica dice no tener deseos, en el momento en el que aparecen las dos hermanas mendicantes con provisiones. Una de ellas anuncia una visita y cuenta que acaba de ver en el umbral una opulenta carroza. Suor Angelica quiere saber cómo es ese carruaje, si es lujoso, si lleva un blasón. Suena la campanilla del locutorio y la Abadesa llama a Angelica: tras siete años, la ha venido a visitar su anciana Tía Princesa, con un pergamino que su sobrina debe firmar. La dama es severa e inclemente con Suor Angelica, a quien ha recluido en el convento por un amor desgraciado. La monja soporta todo porque sólo la mueve un deseo: saber dónde está su hijo, fruto de aquel amor, a quien sólo vio una vez y que le fue arrancado de los brazos. La Tía no quiere hablar del niño, pero ante la inquebrantable insistencia de su sobrina le dice la verdad: su hijo murió hace dos años. La desdichada se desploma envuelta en lágrimas, firma el pergamino sin leerlo, la tía se retira y ella se queda a solas en medio de las sombras del ocaso, y eleva una plegaria para su niño muerto. Luego decide beber el jugo de una planta venenosa, pero, presa del arrepentimiento, pide clemencia a la Virgen. El milagro se produce: todo lo que rodea a la mujer moribunda se convierte en una reconfortante visión celestial. Pagliacci
Los autores sitúan la acción en Calabria, cerca de Montalto, el día de la fiesta de Mezzagosto entre 1865 y 1870.
Prólogo
El actor Tonio se presenta al público. Habla sobre la vida teatral y anuncia al público el carácter de lo que se verá. Aclara que los actores fingen todo tipo de pasiones, pero en definitiva son seres de carne y hueso como cualquiera. Luego ordena que se levante el telón y comience el espectáculo.
Acto primero
La gente del pueblo recibe con alegría la llegada de una compañía de cómicos. El jefe de la troupe es Canio, esposo de Nedda. También lo acompañan Tonio y Beppe. Canio anuncia la realización de la función para la noche y acepta ir a beber a la taberna. Tonio, deforme y malintencionado, rehúsa ir y da lugar a un campesino a decirle a Canio, con ironía, que si el actor se queda es para cortejar a su esposa Nedda. Canio se exaspera. Se escucha un instrumento a lo lejos, una cornamusa, y las campanas llaman a la oración. Nedda se queda sola y piensa en la mirada furiosa de su marido, que la obligó a bajar la vista para que este no adivine sus verdaderos sentimientos. Luego canta despreocupadamente y la sorprende Tonio para confesarle su interés en ella. La mujer lo rechaza pero el hombre trata de forzarla, cuando es alejado a golpe de fusta. Tonio jura venganza y se retira. Aparece Silvio, un campesino joven a quien Nedda conoció en otra visita a la aldea. Le propone huir juntos, pero Tonio, que ha escuchado el comienzo del diálogo, regresa con Canio, que escucha a su mujer prometerle a su amante que huirá con él esa misma noche. Silvio huye a tiempo de la furia de Canio. Presa de los celos le pide a su mujer que le revele el nombre del amante, pero Beppe lo calma y le recuerda que hay que prepararse para el espectáculo. Canio se queda solo, se maquilla y se viste de Pagliaccio, confiesa sus miserias y llora mientras los celos le devoran el corazón.
Acto segundo
Los aldeanos están impacientes por el inicio del espectáculo; entre ellos se encuentra Silvio. Comienza la función. Nedda interpreta a Colombina, que en ausencia de su marido, Pagliaccio (Canio), espera a Arlequín, interpretado por Beppe, quien le canta una serenata. Llega Tonio convertido en Taddeo, un sirviente viejo y contrahecho que hace reír al público, cuando le declara su amor a Colombina. Ella lo rechaza, se queda con Arlequín y Taddeo se retira, para regresar y anunciar la llegada de Pagliaccio. La situación que se produce recuerda a Canio lo vivido por la tarde y, tratando de contenerse, quiere proseguir con la actuación. Pero no lo consigue, pues el teatro se mezcla con la realidad y comienza a insultar a su mujer para que le revele el nombre del amante. Ante la interpretación tan realista el público se entusiasma y aplaude. Nedda trata de mantenerse en el personaje de Colombina, cada vez que Canio le pregunta el nombre responde “Pagliaccio”, pero la comedia ya es insostenible. El actor se enfurece y, ciego de rabia y dolor, apuñala a su mujer. Silvio se lanza sobre la amante y también recibe una puñalada mortal. Canio arroja el arma al piso y contempla la escena estupefacto. Por último, se le anuncia al horrorizado público que la comedia ha terminado.
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