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Suor Angelica

Por Claudio Ratier

En un principio la idea fue componer tres óperas breves en un acto, con un criterio unificador e inspiradas en los tres estadios de la Divina comedia de Dante: Infierno, Purgatorio y Paraíso. El proyecto se inició en 1913, cuando Giacomo Puccini (1858-1924) comenzó a componer la primera parte, Il tabarro. La autoría del texto es de Giuseppe Adami y el compositor pensó en Gabriele D’Annunzio y Tristan Bernard para los libretos de las otras dos partes, pero la intención no fue concretada y la tarea recayó en Giovacchino Forzano.

El músico había tenido en cuenta a Forzano. Cuando en 1912 le propuso redactar un libreto basado en La houppelande de Didier Gold (la pieza granguignolesca que inspiró Il tabarro), la respuesta del literato fue que no deseaba trabajar sobre textos ajenos sino idear temas nuevos. Más tarde y luego de retomar el contacto, le proporcionó al compositor el argumento para Suor Angelica , basado en un drama de su autoría. Forzano trabajó con rapidez y en lo que toca al libreto para Gianni Schicchi, si la idea fue suya o de Puccini es algo que divide las opiniones de los especialistas.

La calidad de la escritura de Forzano fue una razón para que Puccini, a gusto como quizás nunca se lo haya visto con un libretista, escribiese Suor Angelica y Gianni Schicchi en el plazo de un año. En estas condiciones favorables, el proyecto concluyó hacia fines de abril de 1918. Resulta curioso y risible que antes de ser bautizado como Il trittico, se haya pensado en nombres tan estrafalarios como "triángulo", "trípode", "trinomio" o "tritono".

El resultado de esta colaboración múltiple consistió en tres obras que desde lo argumental no guardan relación alguna entre sí y en las cuales, pese a la intención fallida, puede decirse que los estadios imaginados por Dante están reflejados: Il tabarro, con su sordidez y desesperanza sugiere el Infierno; Suor Angelica, con el drama personal de la protagonista y su culpa expiada, el Purgatorio; y Gianni Schicchi, con su hilaridad, el Paraíso. Cierto es que la única que guarda una relación directa con el poema es Gianni Schicchi, cuyo texto fue sugerido por un pasaje del Infierno (Canto XXX, 31/45, Octavo Círculo, "falsificadores"). Claro que por estar su protagonista condenado a las llamas eternas, y por ser la creación pucciniana una verdadera joya del humor negro, esa identificación es muy discutible, aunque la risa sea una de las mejores cosas que podamos experimentar.

Con la peculiaridad de que todos sus personajes son femeninos, Suor Angelica guarda una similitud más que evidente con otra creación de su autor, Madama Butterfly. En ambas, el motivo del suicidio de las protagonistas es desencadenado por el amor trunco entre madre e hijo. Hasta encontramos un paralelismo entre las visitas de Sharpless y la Zia Principessa, y en las arias que tanto Angelica como Cio Cio San dedican a sus hijos. Si el ambiente de un convento puede convenir o no a la acción de una ópera, al menos una ópera de los tiempos de Puccini, podrá ser objeto de discusión, pero si algo resulta convincente es la efectividad con la que el compositor nos construye esa atmósfera, echando mano a su “liturgia para ópera” o “estilo eclesiástico teatral” como lo denominó Mosco Carner (Puccini , Vergara, Buenos Aires, 1987). Este autor especuló con que en Suor Angelica Puccini revivió sus experiencias juveniles como compositor y organista de la catedral de Lucca, y hasta arriesga que puede haberse autoprestado temas de viejas y desconocidas composiciones.

Es destacable que de los pocos personajes escritos para mezzosoprano, el de la Zia Principessa es el más importante y efectivo de los concebidos por Puccini para esta cuerda. Portadora de la noticia funesta y cruel desde el punto de vista moral, su canto parlato y seco define un carácter que por contraste crea tensión con la protagonista. Pocas veces el sufrimiento, en un ámbito estático y nada proclive a los recursos teatrales más habituales, ha sido transmitido con tanto despojo como en Suor Angelica. Podemos decir que la fórmula de tanta efectividad radica en una elaborada sencillez que no necesita aparato y furia para transmitir dolor, sumado que el papel de la protagonista, digno de la mejor inspiración de su creador, se cuenta entre lo más destacado de la rica y elaborada galería de heroínas puccinianas.
 

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