Por Claudio Ratier
  Iluminados por la razón

Luz y moral

La ópera de rescate

Fidelio

Acerca de las oberturas

Estreno en Buenos Aires

Luz y moral

Paul Éluard se tomó el trabajo de recopilar unas cuantas reflexiones sobre el arte que se publicaron en una antología de tres tomos. El segundo de ellos lleva por título Luz y moral (aquí fueron editados entre los 60 y los 70 por Editorial Proteo, perdón si no puedo ser más preciso sobre este punto). Es impensable la labor de un artista sin luz y sin moral, o sin sabiduría y principios, virtudes que orientaron la conducta de un hombre como Beethoven. Desde su niñez, el celo que lo impulsó a servir a través de su arte a la pobre y doliente humanidad, por todos los medios posibles, no cedió ante ningún motivo inferior (uso bastardillas para adaptar unas palabras suyas citadas por Solomon). Convencido de su misión de colocar a la música al servicio de la superación del género humano, concibió en su juventud la idea de musicalizar An die Freude de Schiller. Recién la pudo llevar a cabo en la madurez y con el marco de la Novena Sinfonía . De la penumbra y el caos de los dos primeros movimientos se abre el camino a la luz del momento culminante, en el que la humanidad hermanada, los Millionen que cantan como quizás jamás se haya escuchado en una obra musical, celebra la derrota de lo negativo para vivir en felicidad y en libertad. Pero mucho antes de este logro el compositor planteó su ideal humanístico en Fidelio .

Para su ópera eligió el estilo del Singspiel , ese tipo de composición dramática que combinó números musicales con textos hablados, y cuyo máximo ejemplo es Die Zauberflöte de Mozart. Ciertas ideas del Iluminismo y de la masonería estuvieron hermanadas (no me atrevo a decir que en más de un punto fueron idénticas por temor a caer en un exceso). En Die Zauberflöte , de la que sabemos que está poblada de simbología masónica, hay un rescate y un viaje iniciático de la sombra (la ignorancia) a la luz (la sabiduría). En Fidelio también están los elementos del rescate y de la transición que lleva a sus protagonistas de la sombra (la opresión) a la luz (la libertad); (se puede leer acerca de la simbología de la luz en Fidelio , en un artículo de Jean-François Candoni publicado en la Revista Teatro Colón n°40, 1997). El de Beethoven fue el anhelo de tantos grandes hombres que como él fueron contemporáneos de una revolución nacida a la luz de altas ideas, pero que derivó en un período llamado “del Terror”. Y a este período siguió el reinado de un emperador, surgido de esa revolución, que bañó a Europa de sangre. En Memorias del subsuelo Dostoievsky dice que el hombre no soporta la idea de que su propia “edificación” esté punto de ser concluida óptimamente y para el bien común. Abomina de esa buena obra, teme verla finalizada y se aleja de ella porque alcanzar la meta no forma parte de su condición (no transcribo las palabras de Dostoievsky al pie de la letra, pero sí la idea que expresan). El Iluminismo planteó grandes principios para el bien de la humanidad, pero el devenir de los hechos desató la eterna y ontológica pasión de los hombres por destruir.

Si pensamos en la historia de la humanidad con un inevitable foco en la época que nos toca, es imposible no ser pesimista. Creo que sobra decir que el sentimiento negativo no es exclusivo de nuestros tiempos. Voltaire, una de las mentes iluminadas del siglo XVIII, escribió una novela filosófica llamada Cándido o el optimismo . El protagonista es testigo de muchas atrocidades y su mentor, a través del cual Voltaire se burló del pensamiento de Gottfried W. Leibniz, le dice una y otra vez con una serenidad imperturbable que “todo sucede de la mejor manera posible”. Y si todo sucede de la mejor manera posible, ¿cuál es entonces la peor manera? Si elegimos ser “cándidos” será por comodidad. Pero a pesar de todo, los hombres poseemos la dicha de contar con seres como Mozart o Beethoven, que nos hacen sentir orgullosos de nuestra condición y pensar que no todo es destrucción y que existen cosas que no son en vano.


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