Por Claudio Ratier
  Iluminados por la razón

Luz y moral

La ópera de rescate

Fidelio

Acerca de las oberturas

Estreno en Buenos Aires

Iluminados por la razón

Para comprender el significado de Fidelio nos asomaremos a la atmósfera intelectual de la sociedad en la que creció su autor, años antes de establecerse en Viena. Daremos un vistazo al pensamiento filosófico de un determinado momento histórico, para lograr una aproximación a las ideas que inspiraron el mensaje humanístico de uno de los espíritus más morales del arte occidental.

En su Segunda Epístola Horacio le escribió a su amigo Lolius: “ Dimidium facti qui coepit habet: sapere aude”. Existen varias traducciones o interpretaciones sobre esto, la que tengo en mi biblioteca dice: “Comenzar una obra es tener hecha la mitad. / Atrévete, pues, a ser juicioso: comienza” (Horacio, Odas y épodos. Sátiras. Epístolas. Arte poética . Porrúa, México, 1992 –no se menciona al traductor). La conclusión de la cita de Horacio es proverbial y Kant la señaló como lema del movimiento que lo contó entre sus pensadores principales. La reprodujo en su texto ¿Qué es la Ilustración? y dice “Sapere aude”. Aunque en la edición referida se emplee “juicioso” por “sabio”, se traduce comúnmente como “atrévete a saber”. Kant asevera que el hombre es el único culpable de esa atrofia mental que le impide saber o pensar por sí mismo, no por falta de aptitud intelectual sino por carecer de iniciativa. Para vencer ese impedimento, esa pereza, es bueno rescatar el consejo impartido por el escritor latino a su amigo y sobre esa base atreverse al conocimiento. “Sapere aude” fue el lema de aquella corriente de pensamiento de origen burgués, tan influyente durante el siglo XVIII y conocida como Ilustración o Iluminismo (Aufklärung para los alemanes).

Atreverse a saber, o a pensar, implica tener audacia y fuerza moral, más si pensamos que en el siglo XVIII sapere aude equivalía a romper con un “antiguo régimen” y emprender un camino nuevo. Antes de que estallara la Revolución Francesa nada quedó fuera de la discusión del pensamiento iluminista: la política, la economía, la ciencia, la historia, la filosofía, el arte. Nada que tuviera que ver con el hombre como sujeto histórico y social quedó fuera del alcance de esta corriente del pensamiento que creyó en la luz de la razón como herramienta para disipar la oscuridad que envolvía a la humanidad. La razón era el medio para derrotar la ignorancia, la superstición y la tiranía, y hacer que los hombres sean mejores.

Ludwig van Beethoven (Bonn, 1770 - Viena, 1827) nació en la ciudad de residencia del Elector de Colonia, Maximiliano Francisco, súbdito de su hermano José II de Habsburgo; recordemos que José era la cabeza del Santo Imperio Romano Germánico y ejercía el poder desde la ciudad de Viena. El período de gobierno del Elector fue de 1761 a 1784. En su biografía dedicada a nuestro compositor, Maynard Solomon ( Beethoven - Javier Vergara, Buenos Aires, 1983) cita unas líneas escritas por un viajero, el barón Caspar Riesbeck (es notable cómo en la pintura, en la literatura, en las canciones, en distintas épocas y geografías, allí donde vamos, siempre aparecen viajeros alemanes). Este barón hace sus elogios a la ciudad de Bonn y refiere las medidas adoptadas por el gabinete de gobierno para organizar los seminarios de educación e impulsar el mejoramiento de la agricultura y la industria. Informa sobre la fundación de una academia y el inicio de un período de florecimiento cultural, con énfasis en el teatro y en la ópera. Gracias al impulso a la literatura, se tuvo como consecuencia una fuerte propagación de las ideas del Iluminismo. En otro orden fueron eliminados los monasterios y se expulsó a los jesuitas, expulsión que no implicaba una ruptura tajante con el clero: el catolicismo del Electorado se practicaba de manera tal que no había choque entre las creencias religiosas y las nuevas ideas filosóficas.

Durante los primeros años de la vida de Beethoven la gente no sólo compraba libros de Herder, Schiller o Goethe, sino también de Rousseau o Montesquieu. Y las ideas iluministas pasaron a actuar a modo de principios rectores en el electorado de Maximiliano Francisco, quien a su vez se sintió inspirado por su benévolo hermano José II, célebre ejemplo de Déspota Ilustrado y admirador de los enciclopedistas. La biblioteca de Bonn provocaba admiración en los eruditos y la academia pasó a tener rango de universidad. En ella se enseñaba filosofía kantiana, literatura clásica, derechos naturales y derechos humanos. Como en tantos países del viejo mundo, proliferaron las sociedades secretas. A pesar de lo bien que fueron recibidas las ideas del Iluminismo, y posiblemente a raíz de que la masonería fue proscripta en Viena, la logia fundada en Bonn en 1776 cerró sus puertas. Fue sucedida cinco años más tarde por la orden secreta y anticlerical de los Illuminati, que unía al ritual masón el concepto de la razón como herramienta para lograr una humanidad mejor. Por las persecuciones sufridas los illuminati de Bonn también disolvieron su sociedad y la reemplazaron por un grupo menos riesgoso, la Lesegesellschaft (Sociedad de Lectura). Se fundó en 1787 y a ella pertenecieron varios amigos de Beethoven. Este cenáculo le encargó en 1790 la composición de su Cantata con motivo de la muerte de José II WoO 87.

Beethoven se cultivó y formó su pensamiento en medio de esa atmósfera intelectual. Concurrió a la universidad no se sabe por cuánto tiempo, probablemente no haya sido mucho, pues aunque fuese un ávido lector prefería adquirir su formación extramusical por cuenta propia, no en los claustros académicos. Por el carácter de la sociedad en la que creció, abrazar los principios iluministas no le significó tener que adoptar la postura de un rebelde, al contrario: en su juventud fue un músico de corte que se comportaba correctamente y era bien tratado por el Elector. A pesar de que las sociedades secretas afines al nuevo pensamiento debieron cerrar sus puertas, el medio social era tolerante en cierto aspecto. Beethoven pertenecía a un hogar católico pero no practicaba la religión, hecho que no le significó ser mal visto dentro del ámbito en el que se desenvolvía. Maynard Solomon (op. cit.) considera evidente que las ideas del Iluminismo actuaron a modo de teología sustitutiva para Beethoven y sus contemporáneos. Esas ideas guiaron su arte a lo largo de toda su vida.


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