BUENOS AIRES LÍRICA - La experiencia de la opera
 
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Norma
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Comentario

Por Claudio Ratier

Opiniones

Démosle la palabra a Héctor Berlioz, que en calidad de ensayista escribió acerca de Bellini: “En resumen, el autor de La strniera, inhábil para las grandes combinaciones musicales, poco versado en la ciencia armónica, casi ignorante de la instrumentación y mucho menos original de lo que se ha dicho por lo que respecta al estilo y a las formas melódicas, y sin duda un músico de segundo orden, no deja de ser por su profunda sensibilidad, por su gracia melancólica, por su expresión tan a menudo justa y verdadera, lo mismo que por la ingenua sencillez con que están presentadas sus mejores ideas, una personalidad tanto más notable cuanto que no era de esperar verla nacer en la moderna escuela italiana, y considerando que sus defectos no son verdaderamente suyos, sino de su país y de su época, y que favoreció su desarrollo una educación incompleta y un sinnúmero de ejemplos perniciosos” (Héctor Berlioz, La notable personalidad de un músico de segundo orden. Revista del Teatro Colón, n°63 mayo-junio de 2001). Estas palabras fueron escritas al año de la muerte de Bellini. Su aspecto duro no debe causar sorpresa, viniendo de un compositor que exploró en profundidad las posibilidades de las técnicas orquestales y que fue muy “versado en la ciencia armónica”. Ahora recojamos la palabra de Giuseppe Verdi: “Bellini es débil instrumentalmente y armónicamente, es verdad. Pero es rico en sentimiento y en una cierta melancolía personal, que es completamente suya. Incluso en sus óperas menos conocidas como La straniera e Il pirata, hay largas, largas, largas melodías desarrolladas. Nada semejante se había escrito antes” (en una carta a Camille Bellaigue fechada en Milán el 2 de mayo de 1898. Revista del Teatro Colón, id.). Sí, la cualidad más poderosa de Bellini fue su sentido de una melodía pura, refinada y personal, impregnada por ese carácter melancólico de referencia obligada y por un inequívoco sentido dramático. Su verdad artística estaba en la melodía comunicada a través de la voz humana y el más elevado ejemplo de semejante virtud es Norma.

Berlioz podía criticar a Bellini con dureza, pero no se puede negar que sabía comprenderlo. En el texto citado líneas arriba también refiere el triunfo de Norma en Milán y prosigue: “Parecía que [sus compatriotas] hubiesen descubierto la música expresiva y que las lágrimas derramadas para Il pirata y La straniera fueran las primeras que el drama lírico hubiese hecho verter. Por otra parte, los partidarios de la antigua escuela, que comenzaban a perdonar a Rossini su orquestación opulenta, sus atrevimientos armónicos y su facundia loca, al encontrar en esa nueva dirección de las ideas una vuelta a sus primeras admiraciones, proclamaron a Bellini restaurador del arte italiano y lo consideraron como un segundo Paisiello”. Al inicio de este comentario se lee que en la obra de nuestro compositor se cruzan las dos posturas estéticas que dieron nacimiento a la ópera. Se puede agregar el empleo de una técnica orquestal de evidente cuño clásico, aunque criticable y anacrónica según se desprende del juicio de Berlioz. Y no deja de ser curioso el hecho de que en Norma lo clásico -o apolíneo- contraste con un ardor pasional que se desprende del núcleo del drama, y que es transmitido por esos personajes que sufren y aman en manera extrema. Si por un lado en Bellini se sintetizan los dos opuestos referidos, en Norma también se posibilita el encuentro del clasicismo con un romanticismo incipiente. Richard Wagner la admiraba y mientras fue Kapellmeister en Riga hacia 1837, la incluyó en el repertorio y hasta le compuso un aria adicional para bajo. Joven y lejos aún de la fama, destacó que Norma, entre todas las óperas de Bellini, suma a “una abundante vena melódica el más puro realismo, la pasión más íntima”. Sin pasión, sin el arrebato de los sentidos y sin sentimientos extremos, no hay romanticismo. Wagner supo ver en Norma una ópera romántica y terminó juzgándola como “la obra de un genio”. No hay porqué interpretar que la vigencia de la creación de Bellini esté en deuda con el “músico poeta”, pero que éste haya opinado así acerca de una ópera italiana no deja de ser curioso y hasta digno de mención.
 

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