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Macbeth
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La escena del sonambulismo de Lady Macbeth por Johann Heinrich Füssli (1784).
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Por Claudio Ratier

Verdi en el mundo de Shakespeare


En la obra de Giuseppe Verdi preceden al melodramma que nos ocupa Alzira (Teatro di San Carlo, Nápoles, 12 de agosto de 1845) y Attila (La Fenice, Venecia, 17 de marzo de 1846). Durante el tiempo previo a la gestación de Macbeth, el compositor padeció una fatiga y un deterioro en su salud tan alarmantes, que hasta se difundió el rumor de su muerte. Eran los anni di galera, aquellos años de trabajo agotador experimentados por Verdi como una esclavitud, y signados por la constante demanda de un título tras otro por parte de los teatros peninsulares. Superados los males el músico se planteó muy seriamente abandonar la composición para dedicarse a las faenas rurales, pero la creciente popularidad de sus óperas, sumadas su juventud y buena contextura, contribuyeron a que regresase a la mesa de trabajo en compañía de Emanuele Muzio, su asistente, discípulo y amigo.

Que el empresario del Teatro alla Pergola de Florencia, Antonio Lanari, no dispusiese de un buen tenor para la temporada de 1847, fue el factor decisivo para que Verdi desistiera de la idea de componer para ese teatro I masnadieri (se la conocería luego en el Her Majesty‘s Theatre, Londres, 22 de julio de 1847), y encarase una ópera para barítono: Macbeth.

Si bien es correcto decir que en Italia se escribieron antes de Verdi algunas óperas que remiten a lo shakespeareano, como el Otello de Gioachino Rossini (Teatro del Fondo, Nápoles, 1816) o I Capuleti e i Montecchi de Vincenzo Bellini (La Fenice, Venecia, 1830), también es válido aseverar que ningún compositor de aquel período abordó a Shakespeare de manera directa: en el primer caso, el libretista Berio di Salsa se basó en una fuente que no era la tragedia original, y en el segundo Felice Romani escribió su texto en base a una tradicional leyenda de la ciudad de Verona; existen casos similares que tocan a otros compositores hoy menos conocidos como Zingarelli o Vaccaj, cuyas aproximaciones al universo del Bardo de Avon también fueron indirectas, vale decir “a trasmano”.

Gracias al Macbeth de Verdi la ópera de Italia aborda no sólo una gran pieza de la literatura, sino que por primera vez en su historia entra en el mundo de Shakespeare por una vía directa. En su tarea, el compositor, además de estar inspirado por su conocida devoción hacia el dramaturgo inglés, fue asistido por dos de sus amigos: dos intelectuales de renombre que lo asesoraron, le dieron sus opiniones y estuvieron junto a él a lo largo del proceso. Uno fue Giulio Carcano, prestigioso literato y traductor de la obra de Shakespeare al italiano (gracias a su labor de traducción, esfuerzo monumental que le llevó 40 años, llegó a ser designado Vicepresidente Honorario de la Shakespeare Society de Londres), el otro fue Andrea Maffei. A este último se le debe la difícil tarea de corrección y pulimiento de los versos del libretista oficial, Francesco Maria Piave, con lo cual no es un desatino decir que ofició como verdadero coautor del texto de la ópera, aunque su nombre jamás haya figurado en las ediciones.

Verdi veía imposible estar a la altura de la tragedia original, valorada por él como “una de las más grandes creaciones humanas”, pero colocó su esfuerzo en lograr una ópera como jamás se había visto hasta el momento. Sin idilios amorosos, sin la constante necesidad de cantar a viva voz, y con una atmósfera nórdica, fantástica, que exigía tanto gran cuidado e innovaciones en el aspecto escénico como que sus intérpretes fuesen excelentes actores; en definitiva, se estaba transitando por el mundo de Shakespeare.

 

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