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Il Mondo della Luna
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Fragmento instrumental del aria de Ernesto Begli occhi vezzosi, del primer acto de Il mondo della luna.

Fragmento del Concierto para piano y orquesta n°4 en Sol mayor, rondó (dolce), de Ludwig van Beethoven.
Comentario

El poder de las coincidencias

Ciertas similitudes pueden ser casuales, o son inequívocamente atribuibles a lo que se conoce como Zeitgeist, el espíritu de una época. Por ejemplo, si escuchamos algunos conciertos para violín de compositores del barroco italiano, con Antonio Vivaldi a la cabeza, percibiremos entre ellos una notable similitud que se debe a ese espíritu: las técnicas y los estilos empleados por aquel entonces hacen posible ese emparentamiento sonoro entre los compositores. Si percibimos un emparentamiento de este tipo entre Haydn, Mozart y Beethoven, con sus armonías, estructuras y hábitos compositivos, también tendrá relación con el Zeitgeist, pues ellos fueron los grandes constructores del “sonido clásico”. Fuera de la música, si notamos similitudes entre Il mondo della luna y Così fan tutte en tanto comedias de situación, con las fuertes analogías entre Ecclitico y Don Alfonso, dos manejadores de las otras personas, o entre Lisetta y Despina, dos soubrettes picarescas, también podremos estar ante el espíritu de una época que pedía esta clase de comedias burguesas plagadas de confusiones. Pero hay otro tipo de similitudes que son difíciles de asimilar a lo casual, y si es cierto que están impregnadas por el espíritu de época, también nos dan lugar a hacer algunas reflexiones.

En los 70 Antal Dorati realizó los registros comerciales de unas cuantas óperas de Haydn ofrecidas en Eszterháza, entre ellas Il mondo della luna. En el comentario del booklet que acompaña a la edición, Marc Vignal destaca el Finale II, con la irrupción del modo menor (Tutti nemici e rei) y los efectos dramáticos contrastantes, que aparecerán diez años más tarde en Don Giovanni, precisamente en el Finale I (sería un tanto excesivo incluir aquí los ejemplos, pero resulta tan claro que con escuchar atentamente basta). Philip Downs resalta los innovadores rasgos compositivos de Haydn y lo señala como un maestro de lo que admiramos en Mozart: “la habilidad para reflejar rápidos cambios emocionales en una sola aria, e incluso más, en unos pocos compases de música. Cambios modales rápidos, punzantes forti y estridentes disonancias, todo ello funciona metafóricamente, como ejemplo de la ansiedad de un personaje sujeto a un conflicto emocional” (op. cit., pp. 257/8). Hace referencia a algún pasaje de L’infedeltà delusa comparado con otro de Le nozze di Figaro y ve como poco probable que Mozart haya conocido esa partitura de Haydn. Y bien señala que cuando por momentos las similitudes son tan evidentes, nos llevan a reflexionar sobre el poder de las coincidencias. Tampoco pretende aseverar la sutil influencia de Haydn sobre Mozart a través de unas pocas semejanzas, sino demostrar el moderno nivel en cuanto a técnicas operísticas alcanzado por el primero.

Vignal destacó la similitud entre el Finale II de Il mondo della luna y el Finale I de Don Giovanni, y podemos decir, a la manera de Downs, que es poco probable que Mozart haya conocido la partitura de la obra que nos ocupa. Pero si reflexionamos sobre el poder de las coincidencias, no nos costará imaginar que Haydn y Mozart, en tanto amigos y colegas (cuando podía escaparse de Eszterháza, Haydn se aparecía en Viena para tocar música juntos) hayan mantenido largas conversaciones sobre sus obras y que uno tranquilamente podía hablarle al otro acerca de sus hallazgos. Puede que jamás hayan caído en manos del salzburgués las partituras de L’infedeltà e Il mondo, pero para alguien con unos procesos mnemónicos tan extraños al común de los mortales, al extremo de ser capaz de reescribir el Miserere de Allegri con todas sus voces con sólo haberlo escuchado, ¿no habría sido posible volcar al pentagrama, a modo de préstamo, aquellos recursos comentados y acaso ejemplificados por su amigo, recursos que le habrán llamado tanto la atención como para ponerlos en práctica?

Y cuando las similitudes son prácticamente textuales, la línea reflexiva lleva a convencernos de que algunas cosas, antes que casuales, más bien pueden ser intencionales. El ejemplo musical n°1 pertenece a un fragmento (dolce) del tercer movimiento del Concierto para piano y orquesta n°4 en Sol mayor de Ludwig van Beethoven (1808), motivo que desde su exposición cobrará preponderancia en ese movimiento. Si vamos al aria de Ernesto del primer acto de Il mondo della luna, Begli occhi vezzosi (ejemplo musical n°2), nos llevaremos una gran sorpresa y estamos autorizados a pensar que lo casual no puede llegar a tal extremo. ¿Existirá la posibilidad de que en manos de Beethoven haya caído el manuscrito de Il mondo existente en Viena, y que este compositor reparase en el poder de una melodía y decidiese tomarla en préstamo para rendirle homenaje a uno de los prodigios de la música occidental?

Hemos planteado preguntas que no tienen respuesta: a esto nos ha llevado el campo de las coincidencias, con sus tentadoras certezas, a menudo ilusorias, e indeterminaciones. La sola formulación de estos interrogantes vale para especular y penetrar en un mundo que, como el de la luna, esconde prodigios infinitos y nos permite apreciar ciertas cosas bajo una óptica diferente.

No podemos finalizar este artículo sin hacer mención de la originalidad de la obertura, de una densidad y carácter nada habituales en una ópera cómica. Esta página le sirvió a Haydn como boceto para el primer movimiento de su Sinfonía n°63 “La Roxolana” (1779). Recordemos que tomar prestado material ajeno, lo mismo que reciclar lo propio, eran prácticas lícitas en el siglo XVIII.
 

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