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el estreno


El período de ensayos previo al estreno duró un mes. Muzio se ocupó del acompañamiento al piano, y debemos a Marianna Barbieri Nini una serie de valiosos testimonios de aquellos días. Sus comentarios son ampliamente conocidos, como el que alude a algo relacionado con el dúo del Acto I, entre ella y Varesi (Fatal mia donna...):

Lo repetimos más de ciento cincuenta veces, de manera que, como solía decir Verdi, fuese más hablado que cantado. [...] La noche del último ensayo, con el teatro lleno de invitados, Verdi obligó a los artistas a ponerse los trajes, y cuando él insistía en algo, pobre del que lo contradijese. Cuando ya estábamos vestidos y preparados, la orquesta en el foso, el coro en el escenario, Verdi nos hizo señas a mí y a Varesi, y nos pidió que saliéramos a escena. Allí nos explicó que deseaba que lo acompañáramos al salón, para ensayar de nuevo con el piano el maldito dúo.

“Maestro” –protesté–. “Ya nos pusimos estos trajes escoceses: ¿cómo podremos salir?” “Pónganse encima una capa.”

Y Varesi, irritado por el extraño pedido, se atrevió a levantar la voz: “Pero por Dios, ya lo hemos ensayado ciento cincuenta veces!”

“¡Yo no repetiría eso, porque dentro de media hora serán ciento cincuenta y una!”

Era un tirano y había que obedecerle. Todavía recuerdo la mirada siniestra que Varesi dirigió al Maestro mientras lo seguía hacia el salón. Con la mano sobre el pomo de la espada, parecía dispuesto a matar a Verdi, así como un rato después asesinaría al rey Duncan.

Pero incluso Varesi cedió, y se realizó el ensayo número ciento cincuenta y uno mientras el público impaciente protestaba en el teatro. Sin embargo, quien dijera que el dúo fue recibido entusiastamente no reflejaría la realidad de lo que ocurrió: fue algo nuevo, increíble, nunca imaginado.

El estreno tuvo lugar el 14 de marzo en La Pergola, como ya dijimos, en medio de una campaña publicitaria que generó enormes expectativas. La recepción por parte del público fue extraordinaria. El punto central de la obra estaba en la “escena del sonambulismo”, del Acto IV, que Barbieri Nini resolvió magistralmente, y para quien Verdi, visiblemente emocionado, o conmocionado, no pudo expresar palabras de agradecimiento. Por el lado de la crítica, se elogió a los cantantes, se atacó a Piave, tratándolo de poeta mediocre (para peor, y por vaya a saber qué error, su nombre no figuraba en el libreto impreso). Acerca de la música se ponderó el genio de Verdi, pero se pusieron reparos en cuanto a que dentro del “género fantástico” no tenía peso alguno, y se lo colocó detrás de von Weber y Meyerbeer (!). En cuanto a un aspecto de orden pragmático, Verdi recibió una gran suma de dinero, inclusive más de lo que se le pagaba a Bellini, acaso el compositor mejor remunerado hasta el momento. La partitura fue dedicada a Antonio Barezzi, antiguo protector del maestro, y padre de su difunta esposa Margherita.

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por Claudio Ratier

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Marianna Barbieri-Nini en 1845.

Litografía de Bedetti

Colección Jacques Gheusi.

Marianna Barbieri-Nini,

la creadora de Lady Macbeth.

Grabado, colección Bertarelli, Milán.