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Los directores


¿A quién convocar para la dirección musical de un título barroco? La decisión fue inmediata y sin rodeos: Juan Manuel Quintana. Joven artista de alto prestigio internacional, es ampliamente conocido como violagambista (ejecuta el instrumento en calidad de solista o como integrante de las más reputadas agrupaciones) y en los últimos años ha comenzado a dirigir conciertos instrumentales (varias veces actuó al frente de Les Musiciens du Louvre) e instrumentales-vocales. Con una gran afinidad hacia la ópera, realizó asistencias en este campo en importantes teatros, festivales y grabaciones, para figuras de la talla de René Jacobs o Marc Minkowski. Como se desprende de lo dicho líneas arriba, no dudamos en que tuviese a su cargo la dirección de su primera ópera en su país, y se le encargó pensar en un título de Händel. Acertada decisión, pues la producción lírica del más grande operista de su época, es poco y nada frecuentada en Buenos Aires. Luego de pensar y barajar títulos, la decisión cayó en Agrippina. Se trata de la segunda ópera italiana del maestro sajón, que allá por su estreno en Venecia en 1709 tuvo un clamoroso éxito. Este suceso no solo se debió a la extraordinaria música sino también al ágil y elaborado libreto del cardenal Vincenzo Grimani, para muchos especialistas el mejor texto de todas las obras escritas por Händel para la escena. Ya lejos de ser una rareza, y aunque gracias a Buenos Aires Lírica la actual producción represente su estreno sudamericano, Agrippina es de frecuente inclusión en las temporadas de ópera en Europa y en los Estados Unidos.

Como paso previo a la elección del elenco de cantantes, apareció la pregunta acerca de quién podría asumir el desafío de poner en escena este complejo título. Y quién mejor que Claudio Gallardou, un especialista en teatro del siglo XVIII, un conocedor de sus secretos, de todos esos ingredientes de sátira e intriga que con tanta habilidad proporciona el libreto de Grimani. Entre otras cosas famoso por sus trabajos con La Banda de la Risa, Gallardou ya hizo sus primeras armas en el terreno de la ópera, al poner L’occasione fà il ladro de Rossini, para la Ópera de Cámara del Teatro Colón (2002). Responsable del aspecto escénico de Agrippina, sorprenderá al público con su fino trabajo con los actores y la comprensión del admirable texto. También tendrá a su cargo el diseño de iluminación, y para el diseño de la escenografía y los trajes convocó a una de las más extraordinarias especialistas en ambas disciplinas, para quien los elogios siempre resultan poco: Renata Schussheim.

Ambos directores comparten, cada cual desde su lado, llevar a todos ustedes esta magnífica ópera que significó el triunfo y un importante hito en la carrera de Georg Friedrich Händel, gracias a la cual demostró que a su sapiencia y formación germánicas, fue capaz de sumar las técnicas del belcanto que imperaba en Italia.

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