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Acto I

El palacio de Don Magnifico.
Angelina, llamada “Cenicienta” (Cenerentola), habita en el palacio de su padrastro, Don Magnifico, donde las hijas de este, Clorinda y Tisbe, la humillan y le hacen realizar trabajos domésticos. Como tiene un alma noble, Angelina ayuda a un mendigo, que no es más que el filósofo Alidoro, maestro del príncipe Don Ramiro. Las hermanastras echan al mendigo de la casa (el filósofo está poniendo a prueba a las jóvenes, pues su noble discípulo desea tomar esposa). Don Magnifico, que pasa por apremios económicos, sueña con un pretendiente rico para Tisbe o Clorinda. Se anuncia que el príncipe dará una recepción para elegir esposa entre las invitadas. Los roles se invierten. Don Ramiro, que ha cambiado las ropas con su criado Dandini, acude a la casa de Don Magnifico por consejo de Alidoro, para llevar a sus hijas al palacio. Súbitamente se enamora de Angelina, pero sus hermanastras son tan celosas que debe permanecer en casa. Mientras tanto, estas coquetean con Dandini, convencidas de que es el verdadero príncipe.

El palacio de Don Ramiro.
En medio de la magnificencia del baile en el palacio del príncipe Don Ramiro, llega una bella joven con un vestido que Alidoro le entregó a escondidas: es Angelina. Los asistentes a la fiesta se quedan admirados por su hermosura y les llama la atención el parecido con la hijastra de Don Magnifico. Todos están confundidos.

Acto II

El palacio de Don Ramiro.
Tisbe y Clorinda se alegran porque creen que conquistaron al falso príncipe, personificado por Dandini. Mientras, Angelina rechaza las propuestas de éste y le confiesa que está enamorada de su sirviente (el verdadero príncipe). Al enterarse de la noticia, Don Ramiro no puede contener la felicidad. Dandini confiesa a Don Magnifico que en realidad no es el príncipe. Don Magnifico, desilusionado, regresa a su palacio con Tisbe y Clorinda.

El palacio de Don Magnifico.
Angelina ha llegado antes que su padrastro y sus hermanastras, y, ya sin la lujosa ropa, comienza con sus tareas domésticas. Se presenta Don Ramiro para pedir la mano de la joven, ahora vestida con harapos, pero que reconoce gracias a un brazalete.


El salón del trono, en el palacio de Don Ramiro.
Angelina y Don Ramiro reciben homenajes. También están Don Magnifico y sus hijas, que se inclinan ante ellos. “Cenicienta” los perdona por las humillaciones recibidas. Junto al príncipe, ella vivirá feliz hasta el resto de sus días.

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Gioachino Rossini

Silueta de Cenicienta, por Arthur Rackham

Ilustración para "La Cenicienta", por Arthur Rackham


Ilustración para La Cenicienta, por Gustave Doré