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MADAMA BUTTERFLY

comentarios

 

Giovanni Zenatello y Giuseppe

de Luca, Pinkerton y Sharpless

en el estreno.

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Rosina Storchio, 

la primera intérprete.

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Salomea Kruszelnicka,

la Butterfly de la “revancha”

en Brescia.

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Giacomo Puccini con Giulio Gatti

Casazza, David Belasco y Arturo

Toscanini, con motivo del estreno

de La fanciulla del West en

Nueva York.

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Cleofonte Campanini, por Enrico

Caruso.

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El estreno y la revancha

El reparto para la función inaugural del 17 de febrero de 1904 en la Scala de Milán estuvo sabiamente elegido. Cio Cio San fue confiada a Rosina Storchio, una afamada soprano que también intervino en el estreno de La bohème de Leoncavallo (Venecia, La Fenice, 6 de mayo de 1897). La acompañaron Giovanni Zenatello como Pinkerton, un tenor dramático de vibrante voz que no cantaba precisamente con elegancia, pero era efectivo y sabía poner ardor en sus interpretaciones; el cónsul Sharpless fue un ascendente barítono llamado Giuseppe De Luca, que no tardaría en convertirse en uno de los cantantes más importantes de su generación. Desarrolló una exitosa carrera en el Met neoyorquino, donde fue Gianni Schicchi para el estreno mundial del Trittico (14 de diciembre de 1918). La dirección de Cleofonte Campanini también era una garantía. Hecho sin precedentes, Puccini estaba tan seguro del éxito de su nueva ópera que por primera vez invitó al estreno a toda su familia, idea que hasta aquel momento y en circunstancias similares siempre aborreció. Las localidades estaban agotadas y se recaudó una suma de dinero muy importante. La calidad de la interpretación fue inobjetable, pero el alboroto armado por el público fue tan grande, que tanto el compositor como el productor Tito Ricordi decidieron pagar el alquiler de la sala y cancelar las representaciones siguientes (inmediatamente subió a escena una reposición de Fausto, de Gounod). Los que se lanzaban a aplaudir en señal de aprobación exacerbaban la hostilidad de los abucheadores, que ganaron la partida. Las opiniones de la crítica fueron dispares, y en general malas. Quizá, haya sido el escándalo más grande dentro de la sala milanesa. Puccini era muy célebre y como todo hombre de éxito, tuvo detractores que no dudaron en hacérselo pagar. Y esto va ligado a que nuestro compositor era el favorito de la poderosa casa editorial Ricordi, empresa que por diversas razones había desencadenado animosidad en el medio musical. Pietro Mascagni, quien con su Cavalleria Rusticana generó importantes ganancias a la editorial Sonzogno, dio su opinión sobre Madama Butterfly, cuando le dijo a su colega: “Su ópera ha caído, pero volverá a levantarse” (2)

Una de las cosas que despertaron el descontento fue la utilización de algún motivo musical empleado con anterioridad en La bohème, y más tarde desterrado de la versión definitiva (al público italiano de la época no le gustaba que los compositores recurrieran a la repetición de su propio material). Pero lo más crítico estuvo en la estructura y las duraciones. En algún momento Puccini pensó en un prólogo seguido por un acto, luego dos, más tarde en tres sin prólogo, hasta que finalmente se decidió por dos actos únicos (el primero remplazó al prólogo original), con el descontento de su viejo colaborador Giacosa. En esta primera versión el segundo acto tuvo una duración de una hora y media, que para los italianos era ofensiva y difícil de soportar (¡aún no estaban habituados a los grandes dramas wagnerianos, en los cuales un sólo acto puede durar lo mismo que una Tosca o una Bohème!). Buen motivo de escándalo para una claque numerosa, hostil y bien organizada. Se recuerda que a raíz de la utilización del canto de aves durante el intermezzo que separa las dos partes del segundo acto, en la sala se desató una amplia variedad de cacareos y gritos de pájaros y otros animales; un crítico comparó el recinto del teatro con un jardín zoológico. En su libro Giacomo Puccini se confiesa y cuenta (3), Arnaldo Fraccaroli refiere otro gran fracaso scalígero, el de Norma (26 de diciembre de 1831). Los motivos fueron distintos. En el caso de la ópera de Bellini, los testimonios revelan que el fiasco fue a raíz del mal rendimiento de Giuditta Pasta en el papel protagónico. Pero ambos compositores expresaron su desaire y deseo con una misma palabra: “revancha”. Puccini, con su ánimo abatido, no tardaría en tenerla.

Dos cosas eran imperiosas: revisar la partitura (piccoli lavorucci, como decía el compositor) y disponer de un teatro de provincia sin las presiones e intrigas de una gran capital. En concesión con el gusto de la época, uno de los puntos a resolver era la desproporción entre los dos actos, con una duración de una hora para el primero y de una hora y media para el segundo. Del primer acto se eliminaron escenas de colorido local que según los análisis retrasaban la acción, como por ejemplo la del tío Yakusidè, excedido en alcohol. También quedaron afuera ciertas observaciones despectivas de Pinkerton sobre las costumbres japonesas, y circunstancias que acentuaban las diferencias entre las dos culturas. El acto segundo sufrió menos modificaciones: se acortó el duetto de las flores, se eliminó, entre otras cosas, una canción de cuna japonesa, y en la segunda parte (a menudo ofrecida como tercer acto) se agregó el aria de Pinkerton Addio, fiorito asil…, que figuraba en los planes originales de Giacosa, y se le otorgó al personaje de Kate un perfil de menor importancia. También quedó eliminada una escena en la que Sharpless le ofrece a Butterfly una suma de dinero de parte de Pinkerton, que ella rechaza con dignidad.

La revancha llegó el 28 de mayo del mismo año, en el Teatro Grande de Brescia (Giovanni Pozza, un crítico que supo comprender a Puccini, confiaba plenamente en una rápida reposición de la ópera que no tardó en ser realidad). Para el estreno de la versión definitiva se contó nuevamente con Zenatello como Pinkerton y con Campanini para la dirección. La protagonista fue una afamada y hoy legendaria cantante-actriz polaca, Salomea Kruszelnicka, conocida en Italia y en Buenos Aires como Salomé Krusheniski. Dicen que era estupenda y las fotografías la muestran como una mujer elegante y bella (también se cuenta que fue la causa de algún suicidio pasional).

El ambiente del público de Brescia no se diferenciaba del milanés, con la excepción de que para el reestreno no existió complot alguno. El triunfo fue grande, hubo que bisar el aria Un bel dì vedremo…, la escena de la carta y el coro a bocca chiusa, entre otros pasajes. Puccini debió salir diez veces a saludar al enardecido auditorio y, citando una línea del libreto, comentó “Madama Butterfly, rinnegata e felice…. Cómo habría reaccionado este mismo público ante la versión original, es otro de esos interrogantes que dentro del universo pucciniano no tienen respuesta.

El 2 de julio, a casi dos meses de aquella noche de la revancha, Madama Butterfly se estrenó con éxito en el Teatro de la Ópera de Buenos Aires. Era la primera producción fuera de Italia, con la Storchio como protagonista, el papel de Pinkerton a cargo de Edoardo Garbin (el primer Canio en I pagliacci, de Leoncavallo) y la dirección de Arturo Toscanini.

(1) Mordden, Ethan, Opera Anecdotes, New York, Oxford University Press, 1985.

(2) Fraccaroli, Arnaldo, Giacomo Puccini se confiesa y cuenta,. Buenos Aires, Ricordi Americana, 1958.

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