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Sala del Teatro Avenida Teatro Avenida

Un teatro con historia

El teatro "de la Avenida" como se lo llamó en un principio, comenzó a levantarse en noviembre de 1906. El 3 de octubre de 1908 se inauguró con la actuación de la compañía dramática que encabezaban María Guerrero y Fernando Díaz de Mendoza que estrenó "El castigo sin venganza" de Lope de Vega.

El presente texto de César A. Dillon, cedido gentilmente por su autor, se publicó en el programa de mano del espectáculo ofrecido el 19 de junio de 1994 para la reinauguración del teatro luego de su incendio el 3 de abril de 1979, y resume 70 años de historia.
Estreno de BAL en el Teatro Avenida Foyer del Teatro Avenida El Teatro de la Avenida
por César A. Dillon

El caminante que en la tarde del primero de noviembre de 1906 se encontró con un grupo de personas reunidas en el solar de la Avenida de Mayo al 1200 no se hubiera asombrado al enterarse que allí se comenzaba a levantar un nuevo teatro. Buenos Aires crecía, y lo hacía a pasos agigantados, en población y en edificios, ya fueran estos públicos ó privados. Se habían abierto avenidas y se planificaban otras, y también polémicas diagonales.
No faltaban por cierto nuevos teatros en la "Reina del Plata". En el primer lustro del siglo habían abierto sus puertas, entre otros, el Nacional Norte de la calle Santa Fe, el Marconi en la calle Rivadavia al 2300, el Nacional de la calle Corrientes -aún angosta- al 900, y el Coliseo en Charcas al 1100. Por si ello fuera poco, desde hacía varios años, se alzaba la mole inconclusa, del mas regio coliseo de la ciudad, en el terreno que había sido otrora la primera estación ferroviaria de la Capital.
El Teatro de la Avenida (luego simplemente Avenida) se alzó en la Avenida de Mayo 1222, un área neurálgica de la vida cotidiana de la colectividad española.
Volviendo a noviembre de 1906 , La Nación del día 2 nos informa lo acontecido:
"El nuevo teatro de la Avenida. Ayer a las 3 de la tarde se efectuó la ceremonia de colocación de la piedra fundamental del teatro que Don Faustino Da Rosa va a construir en la Avenida de Mayo y Salta. Invitados por el propietario del futuro coliseo concurrieron numerosas personas de su relación y varios periodistas y críticos teatrales, bebiéndose una copa de champaña y brindándose por la prosperidad del nuevo teatro" .
Los ritmos y el empuje de la época no permitían la dilación, y a solo dos años de ese momento, la nueva sala teatral abría sus puertas.
No estaba aislada en esa ajetreada zona de la ciudad. Se alzaban otras en la cercanía, también dedicadas en gran parte, a la difusión del arte ibérico. El Teatro Mayo, en esa misma Avenida esquina a la calle Lima, inaugurado en el año 1893, al que no sin razón se le llamara "la catedral del género chico" ; el Teatro de la Comedia, construído en el año 1891 que se levantaba en la calle Artes -hoy Carlos Pellegrini- a la altura del número 248; el Teatro Victoria -originalmente Onrubia- edificado en el año 1899 en esa arteria -hoy Hipólito Irigoyen-esquina San José; y el Teatro Rivadavia -hoy Liceo- que en su versión primitiva, con el nombre de El dorado, fue construido en el año 1876, única sala teatral porteña del siglo pasado en actividad.
De ellos, el teatro De la Comedia y el Mayo cayeron bajo la piqueta en los primeros años de la década del cuarenta para dejar paso a la apertura de la Avenida Nueve de Julio, y el Victoria, llamado luego Maravillas, siguió la misma suerte por decisión de sus propietarios. El crecimiento de la ciudad, que permitía el nacimiento de los teatros, era también una peligrosa arma de doble filo que decretaba su muerte.
Fue también el cronista de La Nación quien pocos días antes de la apertura del nuevo teatro nos dejó el comentario mas detallado de su aspecto original:
"De un estilo severo y elegante, el frente que da a la Avenida puede considerarse entre los mejores que se exhiben en la gran arteria.
Sencillo sin ser monótono, de líneas arquitectónicas libres de decoraciones pesadas, ocupa más de la mitad de la cuadra.
Tres amplios portones dan acceso al vestíbulo de vastas proporciones y de buen gusto.
Del vestíbulo parten varias escaleras y corredores que conducen a la platea, palcos y tertulias altas del teatro.
El caminante que en la tarde del primero de noviembre de 1906 se encontró con un grupo de personas reunidas en el solar de la Avenida de Mayo al 1200 no se hubiera asombrado al enterarse que allí se comenzaba a levantar un nuevo teatro. Buenos Aires crecía, y lo hacía a pasos agigantados, en población y en edificios, ya fueran estos públicos ó privados. Se habían abierto avenidas y se planificaban otras, y también polémicas diagonales.

No faltaban por cierto nuevos teatros en la "Reina del Plata". En el primer lustro del siglo habían abierto sus puertas, entre otros, el Nacional Norte de la calle Santa Fe, el Marconi en la calle Rivadavia al 2300, el Nacional de la calle Corrientes -aún angosta- al 900, y el Coliseo en Charcas al 1100. Por si ello fuera poco, desde hacía varios años, se alzaba la mole inconclusa, del mas regio coliseo de la ciudad, en el terreno que había sido otrora la primera estación ferroviaria de la Capital.

El Teatro de la Avenida (luego simplemente Avenida) se alzó en la Avenida de Mayo 1222, un área neurálgica de la vida cotidiana de la colectividad española.

Volviendo a noviembre de 1906 , La Nación del día 2 nos informa lo acontecido:

"El nuevo teatro de la Avenida. Ayer a las 3 de la tarde se efectuó la ceremonia de colocación de la piedra fundamental del teatro que Don Faustino Da Rosa va a construir en la Avenida de Mayo y Salta. Invitados por el propietario del futuro coliseo concurrieron numerosas personas de su relación y varios periodistas y críticos teatrales, bebiéndose una copa de champaña y brindándose por la prosperidad del nuevo teatro" .

Los ritmos y el empuje de la época no permitían la dilación, y a solo dos años de ese momento, la nueva sala teatral abría sus puertas.

No estaba aislada en esa ajetreada zona de la ciudad. Se alzaban otras en la cercanía, también dedicadas en gran parte, a la difusión del arte ibérico. El Teatro Mayo, en esa misma Avenida esquina a la calle Lima, inaugurado en el año 1893, al que no sin razón se le llamara "la catedral del género chico" ; el Teatro de la Comedia, construído en el año 1891 que se levantaba en la calle Artes -hoy Carlos Pellegrini- a la altura del número 248; el Teatro Victoria -originalmente Onrubia- edificado en el año 1899 en esa arteria -hoy Hipólito Irigoyen-esquina San José; y el Teatro Rivadavia -hoy Liceo- que en su versión primitiva, con el nombre de El dorado, fue construido en el año 1876, única sala teatral porteña del siglo pasado en actividad.

De ellos, el teatro De la Comedia y el Mayo cayeron bajo la piqueta en los primeros años de la década del cuarenta para dejar paso a la apertura de la Avenida Nueve de Julio, y el Victoria, llamado luego Maravillas, siguió la misma suerte por decisión de sus propietarios. El crecimiento de la ciudad, que permitía el nacimiento de los teatros, era también una peligrosa arma de doble filo que decretaba su muerte.

Fue también el cronista de La Nación quien pocos días antes de la apertura del nuevo teatro nos dejó el comentario mas detallado de su aspecto original:

"De un estilo severo y elegante, el frente que da a la Avenida puede considerarse entre los mejores que se exhiben en la gran arteria.

Sencillo sin ser monótono, de líneas arquitectónicas libres de decoraciones pesadas, ocupa más de la mitad de la cuadra.

Tres amplios portones dan acceso al vestíbulo de vastas proporciones y de buen gusto.

Del vestíbulo parten varias escaleras y corredores que conducen a la platea, palcos y tertulias altas del teatro.

La sala es muy amplia, bien dispuesta y elegante, destacándose sus decoraciones de estilo imperio, con tonalidades delicadas y sobre las cuales se ven en artísticos relieves grandes medallones bronceados y enlazados entre sí por guirnaldas.

El cielo raso acompaña con figuras geométricamente ordenadas y con apropiados adornos el estilo dominante y disimula en el centro, con vidrios artísticamente pintados, la única abertura por donde puede pasar la luz natural.

La luz artificial en cambio está distribuida profusamente en pequeños focos colocados a lo largo de las hileras de los palcos y de las galería y cubiertos por tulipas.

Complementan el aspecto de la sala las tapicerías en terciopelo granate, sobre las cuales sobresalen ligerísimas cornisas de oro viejo y pequeños bustos del mismo tono que rematan las esbeltas columnas" .

El teatro se inauguró el 3 de octubre de 1908 con la actuación de la compañía dramática que encabezaban Maria Guerrero y Fernando Díaz de Mendoza, a quienes Buenos Aires debe gran parte de su historial teatral, y que culminó con la construcción del Teatro Nacional Cervantes. La noche del estreno subió a escena El castigo sin venganza de Lope de Vega, ante una sala que de acuerdo a La Prensa "presentaba un conjunto inmejorable de elegancia, de hermosura y de riqueza" .

Apuntes para la historia del teatro musical en el Avenida
Resumir setenta años de la vida de un teatro como el Avenida no es tarea fácil, aun cuando nos hemos de circunscribir al teatro musical. De allí que los siguientes líneas, limitadas por el rigor del espacio, son solo un bosquejo enunciativo de algunos momentos de su historial. Es de esperar que tenga algún día el estudio que se merece.
La compañía Guerrero-Díaz de Mendoza actuó durante dos meses y le siguió una compañía de ópera popular dirigida por los maestros Arturo Padovani y Armando Galleani. Correspondió a Tosca de Giacomo Puccini, el honor de ser la primer obra de teatro musical que se escuchó en este ámbito.
Debió esperarse casi un año desde la fecha de inauguración, para la presencia en la sala de una compañía de género lírico español. Fue el 15 de septiembre de 1909, con el conjunto de zarzuela dirigido por el actor José Bosch.
En ese primer elenco figuraron las señoras Bosch, Cifuentes, Diaz, Garrido, López, Maldonado, Ortiz y Sobejano; y los señores, Canova, Cibrian, Lamas, Morelli, Casimiro Ortas (p), Casimiro Ortas (h), y Palacios con dirección de los maestros Navarrete y Vivas.
A partir de esas actuaciones, con algunas raras excepciones, la zarzuela fue el género musical absolutamente dominante de esta sala que vio pasar sucesivamente a las compañías dirigidas por los autores, cantantes y actores mas populares del género: Emilio Carreras, Federico Carrasco, Arsenio Perdiguero, José López Silva, Eugenio Casals, Pedro Tapias, Pepe Moncayo, Manolo Fernández.
La zarzuela se hallaba en su apogeo, con tres y hasta cuatro teatros porteñas, ofreciendo en tres secciones diarias, las obras del género chico, y esporádicas apariciones de las grandes partituras del siglo pasado, muchas veces "reducidas" a un acto. La competencia hacía que la misma obra se estrenara simultáneamente en tres teatros el mismo día. No existía, como tampoco lo había para los demás géneros teatrales, fueran estos la ópera, la opereta o el teatro de prosa, la pausa del feriado "nacional" u "optativo". Se trabajaba todo el año en forma continuada, el primero de enero y primero de mayo, Navidad y Fin de Año, y no obstante la fama de algunas figuras, para la mayoría de los integrantes de esas compañías, fueron tiempos difíciles. Las novedades eran ávidamente esperadas, y se mezclaban las escasas obras de calidad con páginas ocasionales, que en algunos casos no sobrevivieron al estreno. El Avenida no escapó a ello y vivió los mismos avatares que las demás salas rivales.
En la primer década se destacan los estrenos de Juegos malabares, La generala , La veda del amor , El pretendiente y El tesoro de Amadeo Vives, El niño judío y El asombro de Damasco de Pablo Luna.
Fueron principales figuras de estos años Ramona Allu, Luz Barrilaro, Amalia de Isaura, Consuelo Esplugas, Maria Jaureguizar, Enriqueta Salas, Amparo Taberner, Gabina de la Muela, Aída Arce, Antonia Anglada, Amalia Perrin, Josefina Astorga, Amparo Romo, Clotilde Rovira, Emilia Rico, Anita Lopetegui, Consuelo y Elvira Celimendi, Manuel Albaladejo, Vicente Lecha, Jose Maristany, Manuel Alda, Jose Llimona, Adelino Grotti, Elías Herrero, Miguel Ligero, Vicente Mauri, Manuel Russell, y los directores de orquesta Enrique Lloret, Juan Travé, Arturo de Isaura.
En septiembre de 1910 actúa por primera vez una compañía de opereta en italiano bajo la dirección de Ernesto Lahoz teniendo como figura principal a Giselda Morosini.
El 17 de octubre de 1910 se realizó una representación extraordinaria de La verbena de la paloma que tenía carácter de homenaje a sus autores, el compositor Tomás Bretón, quien se hallaba entre nosotros y de su libretista Ricardo de la Vega, fallecido en esos días en España. El autor dirigió su obra en la que actuaron artistas de los elencos que actuaban en los teatros Victoria, Mayo, Buenos Aires, Comedia, Nacional y Cómico. Estas representaciones " extraordinarias" de La verbena de la paloma se repetirían muchas veces en las décadas sucesivas.
Como nota histórica, podemos señalar que en abril de 1912 se dispuso por la Municipalidad la clausura de la sala por veinte días, en sanción a ciertos "atrevimientos " en escenas de La corte del Faraón , que habían superado los límites impuestos por la moral y buenas costumbres de la época.
En 1915 una compañía de zarzuela hizo escuchar en esta sala las famosas obras del siglo anterior La Dolores, El molinero de Subiza, El anillo de hierro, La Marsellesa, La bruja, Los Madgyares, Pepe-Hillo, El salto del Pasiego .
Durante 1916 actuó la compañía de operetas en castellano de Esperanza Iris. Fue la primera de las de este género que actuaron en el teatro, a la que seguirán varias temporadas de la compañía de Inés Berutti.
La década siguiente (1921-1930) tuvo también una importante serie de estrenos de los músicos de la época, entre los que se señalan El pájaro azul , El dictador , La gaviota y La severa de Rafael Millán, La del soto del parral y La leyenda del beso de Soutullo y Vert, Los Gavilanes de Jacinto Guerrero, Canción de amor y de guerra de Rafael Martinez Valls y El caserío y La Meiga de Jesús Guridi.
Se destacaron junto a los ya conocidos, Celia Galván, Filomena Alvarez, Juana Ferrer, Paquita Rodoredo, Emilia Llanos, Amalia e Isabel Diaz Labrada, Asunción Pastor, Gloria Guzmán, Enrique Beut, Matías Ferret, Celestino Galindo, Carlos Del Pozo, Miguel Tejada, Felipe Parés, Joaquín Arenas, Andrés L. Barreta, Eduardo Marcén, Manuel Lora, José Palmada, Cayetano Peñalver, Marcial Bulfi, Enrique Zabarte, Rafael Gallego, Luis Almodóvar, Jose Forcadell, Luis Reboredo y Antonio Biarnés.
El acontecimiento de 1922 fue la presentación de la compañía de Manuel Penella con el estreno de El gato montés , cuyo pasodoble era ya famoso en todo el mundo. El gato montés llegó a casi setenta representaciones antes de terminar las actuaciones.
En el año 1923 se estrenó Remate del bataclán el sainete mas famoso del maestro Carlos Pibernat, cabeza de una familia de artistas, con la tiple Elvira Andreani y su hermano, el barítono Joaquín Pibernat (también actuaron en esta temporada); a quienes en los años siguientes se sumaron Maruja y Mercedes Pibernat.
A fines de 1924 llegó Amadeo Vives, el mas célebre compositor de zarzuela de la época, quien festejó en este escenario el 17 de octubre, el primer aniversario de su ya celebérrima Doña Francisquita .
Fue siempre el Avenida un escenario propicio para homenajear a las grandes figuras contemporáneas y en caso necesario, para ayudar a los miembros de la colonia artística que lo necesitaran. Uno de los mas significativos fue el beneficio en favor de Manolo Fernández, el 16 de junio de 1927 con este programa "monstruo": 1) Acto 1 de El gato montés ; 2) Actuación de la mezzosoprano Luisa Bertana del Teatro Colón; 3) Romanza de Doña Francisquita por Enrique Salas; 4) Canciones por Carlos Gardel; 5) Acto 2 de La Calesera ; 6) Monólogo por Florencio Parravicini; 7) actuación de la troupe negra del teatro Maipo; 8) Monólogos por Enrique Muiño y Roberto Casaux; y 10) primer cuadro de El Procurador Gallinani en interpretación de la Compañía de Luis Arata que actuaba en el Teatro Cómico.
Igualmente intensa resultó la actividad musical en la tercera década (1931-1940) del siglo, que comenzó con la presentación de la compañía de Emilio Sagi Barba, a la que siguieron otras en forma casi ininterrumpida, hasta la de Hipólito Lázaro.
Fueron las novedades mas importantes de esos años, La campana rota de Fernando J.Obradors, La parranda , La picarona y Me llaman la presumida de Francisco Alonso, La cautiva de Jesús Guridi, La Dolorosa , Los de Aragón y Las hilanderas de José Serrano y Katiuska de Pablo Sorozábal.
A figuras ya conocidas, agregaremos Mercedes Arce, Rosario Agueda, Carmen Manrique, Matilde Arisqueta, Felisa Herrero, Dorini De Disso, Rosita Rodrigo, Estrella Rivera, Lola Vila, Mercedes Villalba; José Vales, Ernesto Vicente, Vicente Espí, Ramón Reynado, Antonio Vela, Emilio Sagi Barba, Enrique Sagi Barba, José Maria Aguilar, Delfín Pulido, Faustino Arregui, Juan de Casenave, Paco Meana, Jaime Miret, y los directores de orquesta Rafael Palacios, Francisco Balaguer y Felipe Torres.
En 1937 se realiza el estreno de la opera cómica de Penella Don Gil de Alcalá , muy celebrada por la crítica, que se explayó sobre los méritos de la partitura en extensas notas, no usuales para el género. En ella se presentó Luis Sagi Vela, que, con su voz de barítono un poco atenorada, hizo recordar a Emilio Sagi Barba, tantas veces celebrado aquí en gloriosas temporadas a principios de siglo.
Figuras de la preguerra fueron Trini Avelli, Laura Blasco, Argentina Lerena, Mercedes Villalba, Mari Carmen Fernández, Carmen Palazón, Aurora Peris, Carlos Casaravilla, Pedro Fernández, Adolfo Sirvent, Agustín Godoy, Andrés García Martí.
El 24 de abril de 1939 la Embajada de España organizó un espectáculo para recaudar fondos para instituciones españolas de beneficencia en el que se cantaron dos actos de Aida con Hina Spani, Sara César, Vittorio Cambria y Félix Aiello; escenas del tercer acto de Lohengrin con Thea Vitulli, Manuel Ojea, Jesús Morgade y el acto primero de La Dolores en interpretación de Hina Spani, Sara César, Andrés García Martí, Luis Reboredo, Joaquín Alsina y Faustino Arregui, con dirección de Ernesto Cogorno y Luis Metón.
Precedida de mucha expectación, en los albores de la segunda contienda mundial, -junio de 1939-, se presentó la compañía de ópera y zarzuela encabezada por el tenor Hipólito Lázaro, anunciado, con la poca modestia que caracterizaba al divo, como "el mas grande tenor y cantante de la época" , pero bastó su primera aparición para advertir que el otrora famoso tenor se encontraba en el ocaso de su carrera. Fue una de las grandes decepciones en la historia de este teatro.
De esa temporada surgió la figura del barítono Pablo Hertogs, cuyas virtudes fueron advertidas desde su debut en La del soto del parral, convirtiéndose en principal animador de las siguientes temporadas, cuando estrenó El hermano lobo de Penella, y asumió el principal papel en la reposición de Curro Gallardo del mismo autor. Al despedirse de Buenos Aires para retornar a Barcelona, se realizó una función especial en su honor con La revoltosa en la cual Lola Membrives interpretó a la protagonista, y Hertogs a Felipe, completándose la velada con La verbena de la paloma .
Los primeros años de la cuarta década del siglo, tuvieron en este escenario a compañías de zarzuela en la que era figura principal la soprano Fidela Campiña, cuya voz de amplitud wagneriana, impactó en el público en forma inusual.
Fueron temporadas muy atractivas, por reunir a los mas importantes artistas radicados en Buenos Aires; por un repertorio con interesantes reposiciones , y el debut del joven barítono Carlos Guichandut, luego tenor de fama internacional y notable intérprete del Otello verdiano en los años cincuenta. Se presentó en Marina acompañado de Carmen Palazón, Antonio Vela y Joaquín Arenas. Posteriormente intervino entre otras, en Luisa Fernanda, La del soto del parral y Don Gil de Alcalá. Por su parte la Campiña se lució en La viejecita, El dúo de la Africana y La Dolorosa .
En esos elencos y a más de figuras ya conocidas, actuaron Francisca Villabeirán, Cándida Asencio, Alicia Armisén, Lina Rosset, Andrés L. Barreta, Andrés Garcia Martí, Arturo Salvador, Antonio Vela, Buenaventura Ballester, Nemesio Campos y Luis Reboredo.
En 1945 y 1946 volvió la opereta en castellano con la popular compañía de Franca Boni en las últimas temporadas del género en este escenario. Con la famosa diva de la opereta italiana actuaron Margarita Sola, Gloria Dix, Eduardo Comoglio, Mario Fontana, Paride Grandi, Italo Sportelli, Teseo Stanchi, y otros, con un repertorio que incluía La Duquesa de Bal Tabarin, El sueño de un vals, La viuda alegre, El Conde de Luxemburgo, La danza de las libélulas, La princesa de las czardas, Eva, La casta Susana y Scugnizza.
La zarzuela estuvo representada en los años 1946 y 1947 por la compañía del compositor Pablo Sorozábal quien presentó sus obras: La tabernera del Puerto, La eterna canción, Adiós a la bohemia, Don Manolito y Black el payaso.
Con Sorozábal hicieron su presentación en Buenos Aires, donde luego se radicarían, el célebre tenor Tino Folgar, y el joven colega de su cuerda Marcos Cubas, integrado luego al elenco del Teatro Colón por dos décadas.
Con el inicio de la década de los años cincuenta, a la desaparición de las temporadas de opereta, se sumó la disminución de las de zarzuela, cambio ya advertido en la posguerra. Así la zarzuela pasó a ocupar un período muy corto, usualmente no mayor a tres meses anualmente, que coincidió, por lo general, con el comienzo de cada año, es decir la "temporada veraniega " .
Las de 1949 y 1950 estuvieron a cargo de la compañía de zarzuela de Marcos Cubas y Manuel Abad, con elencos que reunían a Laura Blasco, Encarnación Carballo, Argentina Lerena, Olga Marín, Victoria Sportelli, Andrés L.Barreta, Nemesio Campos, Hispano Santos, Ernesto Vicente, Romano Vita.
Las temporadas de 1951 y 1952 tuvieron como protagonista a la compañía de Luis Sagi Vela, con el repertorio español habitual, y varios títulos de opereta para lucimiento del barítono. En la primer temporada reapareció como figura principal de la compañía, Matilde Vázquez quien en 1934 había estrenado Luisa Fernanda en el Teatro Colón. Lo acompañaron Olga Marín, Andrés L. Barreta, José Fanelli, Antonio Martelo, Emilio Salanova, y otros.
Federico Moreno Torroba, el último gran músico del género, centró la atención en estos años, con el estreno de Maravilla en 1952, y su presencia en 1953, 1955 y 1958, cuando dirigió su popular Luisa Fernanda, y estrenó partituras propias: La caramba en 1953, María Manuela en 1955 y Un pueblecito español en 1958.
Los elencos de las temporadas de los últimos años de esta década, tuvieron a la par de artistas locales, algunas figuras peninsulares, entre otros Josefina Puigsech, José Calvo de Rojas, Lina Huarte, Carmen Trigo, Lupe Jara, Esteban Astarloa, Fernando Baño y Jose M. Barneda.
Se recuerda la actuación de la compañía de Ramón Contreras, que en 1960 presentaba como artistas invitados a Maria Rosa Español y Julio Julián, con dirección del maestro Francisco Balaguer y un elenco que integraban, Laura Blasco, Carmen Burello, Susana Rouco, Osvaldo Cesari, Juan Bautista Font, Antonio Martelo, Arturo Salvador.
A partir de la siguiente década (1961-1970), se registra un nuevo descenso en la actividad del género español, y en algunos años la usual temporada de zarzuela se vió reducida a representaciones aisladas, o está ausente.
La ópera retornó brevemente a este escenario, luego de muchos años, por tres temporadas a partir de 1961, con dirección de Miguel Angel Veltri y cantantes locales, algunos del elenco del Teatro Colón. El repertorio incluyó Ernani de Verdi, ausente de nuestros escenarios por varias décadas.
Parte del espacio vacío dejado por las formas musicales tradicionales, se cubrió con la presencia en esta sala de la comedia musical. Fueron pocos títulos, pero uno de ellos muy significativo, que señalaron este nuevo rumbo.
El gran éxito musical del año 1963 fue sin duda, el estreno de Kiss me Kate (Bésame Catalina), la notable comedia musical de Cole Porter, que se mantuvo durante cuatro meses, con vestuario de Bergara Leumann, coreografía y dirección de Crandall Diehl, y donde demostraron su arte de consumados comediantes Ana Maria Campoy y José Cibrián.
Deben señalarse asimismo en este repertorio, Un ángel llamado Pérez con Pablo Palitos, La pérgola de las flores por el elenco del Teatro Caminito, con dirección de Cecilio Madanes y actuación de Elena Lucena, Jorge Luz, Laura Escalada y otros, y Así pasan los años , escrita en torno de la primera actriz Lolita Torres, a la que acompañaron otras figuras de nuestra escena.
El 6 de noviembre de 1967 se ofrece La Traviata contando como protagonista a la soprano Hilde Reggiani, a quien acompañaron Dante Ranieri y Norberto Carmona.
La década del setenta tuvo síntomas auspiciosos para la vigencia de la zarzuela en este teatro, a lo que contribuyó el incansable entusiasmo del empresario Faustino García, y el descubrimiento de una obra maestra del pasado. Las temporadas fueron más extensas, llegando en el año 1976 a los cinco meses de duración.
Así se lo señaló: "Buenos Aires casi se había olvidado de la zarzuela. Su último bastión - las temporadas de verano del Avenida - habían sucumbido también ante otros géneros. Y la tradición se perdió o quedó en suspenso. Por eso muchos son los que celebraron su restauración.
Anoche en el Teatro Avenida volvió a verse zarzuela. Una compañía con varios intérpretes contratados en España debutó, y los entusiastas del género - que los hay en cantidad - celebraron por encima de la decepción que tales o cuales aspectos del espectáculo, pudieron suscitar a los entendidos .
Es que si bien la zarzuela no ha muerto y aun puede reunir buena proporción de público, revela que las buenas representaciones parecen ser cosas del pasado. Y no solo en cuanto respecta a Buenos Aires. Atestiguamos que la situación es casi análoga en la península.
¿Las causas? Escasez de buenos cantantes. Los que poseen condiciones se dedican a la ópera que rinde mayores frutos en contante.
Pero en mayor proporción aún influyen los costos que implica un espectáculo bien servido. ¿No ocurriría posiblemente lo mismo con la ópera, si no tuviere protección oficial? Y el género español está desamparado en las esferas oficiales de su país o casi" ( La Prensa, 4 de enero de 1970).
Volvió este año Federico Moreno Torroba, y con sus jóvenes 82 años recibió los homenajes usuales, asistió a representaciones de Luisa Fernanda , y tomó la batuta para dirigir el último acto en la velada del 17 de febrero.
Fue estrella indiscutida de la temporada la triple Maricarmen Ramirez, posiblemente la última gran cantante de zarzuela que se escuchó en este teatro, muy festejada por el público y que pudimos apreciar en forma personal en Luisa Fernanda y La revoltosa.
Los elencos de estos años tuvieron en Maria Rosa Isusi a su principal animadora, acompañada de Paquita Barreta, Noemí Real, Rafael Castejón, José María Del Val, Zulema Barreiro, Dolores Cava, Pura Feijó, Luis Gago, Carmen Romero, Luis Bellido, Elsa Ventura, Norberto Carmona, y los maestros Dionisio Riol, Eugenio de Briganti y Rafael Carretero.
La gran revelación de la década fue de El Barberillo de Lavapiés de Asenjo Barbieri, repuesta en 1971, verdadero descubrimiento, que nos mostró una partitura chispeante y colorida, con algo de ópera cómica del mejor cuño, y que se repitió en otras cuatro temporadas, y en la cual lució el barítono Luis Franco que realizaba una brillante creación del personaje.
Destacamos en la última temporada (1977) la presentación del joven tenor Raúl Gimenez, quien mostró las condiciones que lo llevarían hoy, a ser figura de los grandes centros líricos.
Las actuaciones de este año finalizaron el 3 de abril, con La del soto del parral , última nota de la historia de la zarzuela en esta sala, que mereció un editorial de la página de espectáculos de La Nación :
"Buenos Aires sigue fiel a su tradición zarzuelera mantenida sin desmayo a lo largo de décadas ... vastos auditorios que siguen con visible agrado las representaciones, dan la pauta de la resonancia lograda, una vez más, por la plausible empresa de mantener viva la inclinación por un tipo de arte en el que abundan las realizaciones de auténtica valía" .
Lo narrado ha sido una simple relación de gloriosas puntadas del pasado; se inicia hoy un venturoso porvenir.

 
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