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La vida en el teatro, ese lugar de consuelo y paz

Por Luciano Marra de la Fuente

La directora escénica norteamericana Crystal Manich regresa a la Argentina para montar Adriana Lecouvreur, la próxima ópera que presentará Buenos Aires Lírica. Ya había trabajado para la compañía hace cuatro años, cuando dirigió una recordada producción de Madama Butterfly.

Fue de la mano de Giacomo Puccini que Crystal Manich ingresó al mundo de la ópera, cuando escuchó a sus quince años una grabación de Tosca con Maria Callas. “La fusión de la música y el drama me convenció de que era mejor que cualquier cosa que hubiera conocido”, recuerda al iniciar la entrevista con Cantabile.

La primera ópera que vio fue en su ciudad natal, una producción de La bohème en la Ópera de Pittsburgh (1999), compañía en la cual trabajaría como asistente de dirección escénica, tras sus estudios de dramaturgia y perfeccionamiento en historia de la ópera en Italia. “Cuando estuve en Florencia supe que la ópera necesitaba una dirección escénica específica, con el fin de resaltar los detalles de la pieza que no son evidentes”, reflexiona. “Creo que la ópera no funciona con los cantantes parados en la escena sin ninguna motivación emocional. Es una forma teatral y no un concierto”.

Sus primeros pasos profesionales fueron como asistente de dirección de prestigiosos artistas como Francesca Zambello, Tim Albery o Emilio Sagi, y su primera producción propia fue L’Incoronazione di Poppea de Monteverdi con Opera Omnia, su propia compañía neoyorquina. Al poco tiempo dirigió La bohème en la Ópera de Pittsburgh y llegaron rápidamente nuevos compromisos. Con respecto a cómo se inserta una mujer como directora de escena en un ambiente mayormente machista, Crystal piensa: “Creo que ahora es nuestro tiempo. La interpretación de las historias en las óperas comenzará a cambiar y me gustaría ver más mujeres como directoras de orquesta también. Es verdad que nosotras tenemos que trabajar más fuerte para recibir atención en esta profesión”.

- Para esta temporada, Buenos Aires Lírica te vuelve a convocar para poner en escena Adriana Lecouvreur de Francesco Cilea. ¿Es la primera vez que la montás?

- Es la primera vez que estudio este título y no podría estar más feliz. Para mí, descubrir una ópera sin la influencia de otras producciones, es la mejor forma de trabajar. Adriana Lecouvreur es una pieza que merece detalles en la actuación además del canto y creo que Cilea es el héroe anónimo de la ópera italiana. En el equipo tengo como diseñadora de escenografía a Noelia González Svoboda, una artista joven y muy creativa. Por primera vez trabajaré con el diseñador de iluminación Rubén Conde, quien ha conseguido muchos logros en otras producciones en BAL. Tras el éxito del vestuario de Madama Butterly, Lucía Marmorek era mi primera opción como diseñadora del vestuario para Adriana, así que tengo un equipo creativo muy profesional.

- ¿Qué dificultades escénicas y dramáticas presenta la obra?

- Lo difícil de Adriana tiene que ver con el libreto y los diversos lugares en los que transcurre. Al respecto hay momentos en que algunos detalles se van del camino y hay que tratar de enfocarlos, eso pasa con cualquier ópera. Pero con una obra como esta, que no es bien conocida, es importante encontrar soluciones. Con respeto a los lugares, creo que estamos creando un mundo muy específico y creativo para contar el drama, que no se ha hecho antes.

- ¿Podrías describir los elementos visuales con los que, junto a tu equipo de producción, utilizarás para contar la historia? ¿Cómo se resuelven los aspectos más extrovertidos de la ópera (el detrás de escena de la Comedia Francesa, el Hotel de Bouillon) frente a los más intimistas (la villa de la Princesa de Bouillon, el hogar de Adriana)?

- Para nosotros Adriana Lecouvreur trata de lo que es vivir en el teatro y, a pesar de las penurias de la vida, es en ese lugar donde Adriana encuentra consuelo y paz. El teatro siempre estará presente en esta producción. Con un carro que se transforma tres veces, crearemos esas ubicaciones en el sentido de que estos personajes viven cerca, dentro y a través del teatro.

- Una de las dificultades que presenta la obra es una cuestión de tono con respecto a la interpretación de la protagonista: ella es una cantante que tiene que interpretar a una gran actriz, donde hay momentos en que debe “declamar”. ¿Cómo se resuelve esa cuestión con la cantante protagonista?

- Sí, es un rol muy difícil y lo importante es la honestidad. Actores de teatro siempre hablan de la honestidad en el escenario y es eso lo que tenemos que lograr. Tiene que ver mucho con la confianza entre cantante y directora escénica, y no dudo en el talento de Virginia Wagner. Hay que ensayar esos momentos con mucha delicadeza y tiempo.

- En una primera aproximación a una nueva ópera, como es el caso de Adriana, ¿cómo es tu método de trabajo?

- Mi preparación depende mucho de la pieza: todas son distintas y requieren distintas formas de trabajar. Primero, me pongo a escuchar la música y trato de que me inspire imágenes. Es decir, dejo que el compositor me hable con los sonidos. Después hago una traducción del texto, palabra por palabra, y eso me puede costar horas de trabajo dependiendo del idioma, pero después de terminar ese proceso ya sé claramente de qué se trata la historia y empiezo a interpretarla. Ahí vuelvo a combinar la música y las palabras para seguir la interpretación, es un proceso lindo y lleno de descubrimiento. Puedo agregar que no veo videos de producciones pasadas: como dije antes creo que la mejor manera de trabajar como directora escénica, es dejar que la pieza hable directa e íntimamente.

- ¿Se tiene que reproducir lo que el libreto indica, o ese libreto es puntapié para la creatividad? ¿Tenés algún límite para cambiar de época una pieza?

- No creo mucho en el cambio del período de tiempo cuando una historia está profundamente arraigada a una época concreta, como la de Adriana Lecouvreur. Es una interpretación de una persona que existió en vida real y los detalles que se presentan en el libreto no se pueden cambiar, según mi estilo de interpretar estas obras. Siempre leo cada indicación en el libreto. Por supuesto, hay que ajustar según el diseño o el estilo a presentar, pero no a riesgo de profanar el trabajo. Estas piezas siguen existiendo porque son buenas y tratan sobre seres humanos como nosotros. Siempre nos vamos a conectar con estas obras si se presentan con honestidad. Se puede argumentar que uno tiene más flexibilidad con Monteverdi o Händel, dos compositores cuyas obras he dirigido, porque no hay muchas indicaciones en el libreto. Encuentro que la mayoría de esas óperas plantean conceptos muy universales o fantásticos, que funcionan bien en distintas épocas. Con las óperas veristas, es un poco más difícil justificar un cambio.

- Para finalizar me gustaría que me cuentes cómo fue tu experiencia en Madama Butterfly con el protagonismo de Florencia Fabris, que lamentablemente falleció el año pasado. Hace dos años tuve la oportunidad de entrevistarla y recordaba con mucho amor el trabajo que hicieron juntas.

- Todavía me siento muy triste cuando pienso en ella y su corto tiempo con nosotros en esta tierra. Florcita fue una gran persona y artista. Trabajamos muy bien juntas y las dos aprendimos mucho gracias a nuestra colaboración en Butterfly. En mi corazón, ese título siempre estará vinculado a ella. Después de más de un año, me escribió para decirme que todavía estaba usando todo que le “enseñé” como actriz. Éramos amigas íntimas y nunca la olvidaré.

 
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