Cosi fan tutte, graciosa picardia
Por Martin Wullich
Muy entretenida versión de la ópera de Mozart en el inicio de la Temporada 2013 de BAL.
Simpatiquísima y encantadora resultó la función de inicio de temporada de Buenos Aires Lírica. La ocurrente puesta en escena partió del siglo XVIII y llegó hasta el XXI abarcando vestuario y decorados, junto a elementos de uso cotidiano o significativamente minimalistas, como la simbología del barco y los muñecos, multiplicando así las posibilidades de este dramma giocoso. Sin alejarse un ápice de lo planteado por el libretista Lorenzo da Ponte y en perfecta concordancia con la música de Mozart, aparecían desde una plancha eléctrica –ideal para probar en ciertas partes la verdad de una actitud- hasta un cesto plástico con el dibujo que recomienda tirar allí la basura. Sorprendía una entrada en cromada silla de ruedas y el brindis con champagne Santa Julia, mientras una cámara –a instancias de uno de los personajes- tomaba imágenes de los asistentes y las reproducía en una pantalla LCD. Posteriormente, un contrato era tecleado en una máquina de escribir.
El elenco todo tuvo un comportamiento muy parejo, notable sobre todo en los arreglos grupales y brillando en las principales arias. Oriana Favaro y su hermana en la ficción, Cecilia Pastawski, lograron preciosos momentos, cada una en su estilo y equilibradamente en los dúos, con encantadoras sutilezas musicales. Iván Maier se lució en la subyugante Un aura amorosa y tuvo un desempeño maravilloso junto a su compañero, el destacable barítono Norberto Marcos. Con un look indefinible, coronado por anteojos oscuros, pusieron además mucho humor e histrionismo. En tanto, Omar Carrión fue sobresaliente en el papel del viejo filósofo que aconseja a su arbitrio, haciendo gala de su placentero registro con un physique du rol muy acorde al personaje.
Sin embargo, Marisú Pavón merece un capítulo aparte en su recreación de Despina, no sólo por su trabajo vocal impecable, sino por la sustanciación con el desfachatado personaje al que jamás abandona y otorga un marcado grotesco en su expresión gestual. Enfundada en un delantal con corazón rojo, con ligas a la vista, cofia, tocado, guantes de goma color naranja y alitas de ángel, esgrime un escobillón o una amenazante aspiradora industrial y es capaz de todo con tal de lograr su cometido. Es, sin duda, la presencia más buffa de esta ópera, que no desdeña un guiño a Don Giovanni, cuando el clave toca las notas de La ci darem la mano.
Son la precisa dirección musical de Juan Casasbellas, el trabajo individual de cada integrante en aras del resultado final se hace evidente en la escena, deleitándonos con un producto intachable, festivo y animado.
