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“Norma” en el Teatro Avenida: Una Norma que llegó para quedarse

Por Ernesto Castagnino
TIEMPO DE MÚSICA, jueves 14 de junio de 2012

“Norma” en el Teatro Avenida: Una Norma que llegó para quedarse
Buenos Aires Lírica continuó su temporada 2012 con esta ópera belliniana, en la que se destacó la presencia vocal de Florencia Fabris, quien se consagró como una brillante intérprete del rol protagónico.

NORMA, ópera de Vincenzo Bellini. Función del viernes 8 de junio de 2012 en el Teatro Avenida, organizada por Buenos Aires Lírica. Dirección musical: Javier Logioia Orbe. Dirección escénica: Louis Désiré. Escenografía: Diego Méndez Casariego. Vestuario: Mónica Toschi. Iluminación: Rubén Conde. Elenco: Florencia Fabris (Norma), Paolo Bartolucci (Pollione), Adriana Mastrangelo (Adalgisa), Christian Peregrino (Oroveso), Patricia Deleo (Clotilde), Nazareth Aufe (Flavio), Julián Cosin y Guadalupe de los Ángeles Montero (hijos de Norma y Pollione). Orquesta y Coro de Buenos Aires Lírica. Director de coro: Juan Casasbellas.

Vincenzo Bellini (1801-1835) es uno de los compositores esenciales de la generación que suele denominarse “del bel canto”, para indicar su preocupación común por el cuidado de la línea vocal y la búsqueda de la belleza a través de ornamentaciones y coloraturas de enorme virtuosismo. Dentro de la escuela belcantista italiana, que comparte con Gioacchino Rossini (1792-1868) y con Gaetano Donizetti (1797-1848), Bellini —que tuvo como admirador nada menos que a Richard Wagner— aportó las bases de lo que más tarde el melodramma verdiano de la segunda mitad del siglo XIX.
La ópera Norma, octavo de los diez títulos de Bellini, basada en una tragedia de Alexandre Soumet, fue estrenada el 26 de diciembre de 1831 en la Scala de Milán. La trama plantea un triángulo amoroso en la Galia del siglo I (a.C.) ocupada por los romanos. Norma, sacerdotisa celta, se ha enamorado del procónsul romano Pollione con quien ha tenido dos hijos a pesar de sus votos sagrados (cabaletta “Ah! bello a me retorna”). El romano la desprecia porque ha puesto su interés en Adalgisa, otra sacerdotisa más joven con quien planea escaparse (aria y duetto “Sgombra è la sacra selva… Va crudele…”).

Al descubrirse el engaño (terceto “Oh! Di qual sei tu vittima crudo e funesto inganno!”), Norma intenta vengarse de Pollione matando a sus hijos, a quienes ama y odia a la vez (escena “Dormono entrambi, non vedran la mano che li percuote”). Se arrepiente a último momento e intenta confiar en Adalgisa, quien le asegura que intercederá ante el romano en favor de Norma (duetto “Mira, o Norma”). La intermediación fracasa y Norma se entera que Pollione intenta raptar a Adalgisa y escapar a Roma. Ella quiere impedirlo convocando a los guerreros galos para arengarlos a atacar al invasor romano (escena concertante “Squilla il bronzo del Dio!”). El procónsul es apresado, pero Norma no se siente capaz de matarlo por lo que confiesa su crimen y se inmola junto al amado en la hoguera.

La dirección de escena de Louis Desiré —que en 2007 ofreció para el Teatro Colón su versión del Werther massenetiano y en 2010 dirigió en el Teatro Argentino de La Plata una impresionante Francesca da Rimini— creó también en esta oportunidad un espacio-tiempo simbólico en el que los personajes y sus vicisitudes dramáticas adquirieron una dimensión conceptual a partir de la cual el director propuso una reflexión de espesor filosófico.

En esta oportunidad el planteo sólo por momentos logró transmitir con claridad plástica por qué camino nos proponía Desiré ingresar al drama de la desdichada druidesa que traiciona sus votos sagrados por amor para luego ser abandonada por el amante, del que pretende vengarse asesinando a los hijos que tuvo con él. La escenografía de Diego Méndez Casariego buscó la síntesis a partir de pocos elementos, mientras que el vestuario diseñado por Mónica Toschi planteó una estilización de elementos relacionados con la cultura celta en contraste con modernos trajes de color rojo para los romanos.

La indiscutible protagonista de esta ópera fue la soprano Florencia Fabris, quien posee todas las cualidades para abordar este rol paradigmático de la cuerda de soprano: un amplio registro, fraseo pulido, precisión en los adornos vocales y coloraturas. Fabris, que posee también una voz con el peso dramático que el personaje requiere, dominó la escena en todo momento y sostuvo sobre sus hombros sin dificultad el peso de llevar adelante la acción. Ninguna reserva para esta joven soprano que demostró sólidas cualidades para el repertorio belcantista —bien distinto a los roles verdianos o puccinianos que viene abordando hasta ahora— y fue convincente en lo vocal pero también en lo interpretativo, redondeando así una interpretación de altísimo nivel.
La joven Adalgisa cobró vida en la voz de Adriana Mastrángelo con mejores resultados en lo interpretativo que en lo vocal. La mezzosoprano, que viene de abordar con brillantes resultados dos roles wagnerianos (Brangäne y Fricka), no pareció encontrarse del todo cómoda en el universo belliniano, ya que su línea vocal sólo por momentos alcanzó la pureza y el legato requeridos. El tenor Paolo Bartolucci como Pollione, el romano amante de Norma y seductor de Adalgisa, privilegió los aspectos más heroicos y expansivos del personaje en una interpretación vocal algo ajustada en afinación.
El rol de Oroveso, padre de Norma y gran sacerdote, estuvo a cargo de Christian Peregrino, con buena presencia escénica. Los roles comprimarios de Clotilde y Flavio estuvieron bien cantados por Patricia Deleo y Nazareth Aufe respectivamente. La dirección musical de Javier Logioia Orbe fue fluida aunque por momentos algo plana, mientras que la orquesta y el Coro de Buenos Aires Lírica no alcanzaron francamente el nivel acostumbrado.

Una válida versión del más famoso título de Bellini que tuvo como protagonista absoluta e indiscutible a la soprano Florencia Fabris, en un rol que seguramente marcará un importante hito en su ascendente carrera.


 
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