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Noviembre 2017
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Norma
Deslucida producción de Buenos Aires Lírica de la obra de Vincenzo Bellini
Por Juan Carlos Montero

Sería un imposible creer que Bellini hubiera imaginado para su Norma que Adalgisa luciera un vestido de cabaret, y que cantara descalza. Tampoco un Pollione trajeado con saco, pantalón y zapatos rojos con una linterna en la mano, buscando en el bosque vaya a saber qué. Pero mucho menos hubiera conjeturado que una escena rodeada de sillas caídas fuera el marco para la introducción del primer acto que, es bueno recordar, trascurre en un bosque donde los druidas imploran a sus dioses la victoria sobre los romanos invasores.

Asimismo, el joven compositor se hubiera sorprendido de haber observado un escenario empequeñecido donde tiene lugar esa apoteosis del bel canto, que alcanza en la partitura su mejor momento en el final del segundo acto con el coro sosteniendo las voces de los solistas en un cromatismo elaborado. Allí se escuchan progresiones armónicas que prefiguran ideas que aparecieron años después con Wagner. Ni que hablar de la línea de canto necesaria para encarar la célebre aria "Casta diva...", de belleza sugerente. También Norma contiene pasajes de virtuosismo indudable y una suma de momentos de gran riqueza expresiva.

Pero la versión ofrecida adoleció de errores conceptuales que la alejaron del estilo belliniano, responsabilidad del director Javier Logioia Orbe, quien evidenció desconocimiento del estilo y lenguaje italiano. A ello se sumó una arbitraria concepción de la puesta del régisseur Louis Désiré que mostró ocurrencias discordantes e incoherentes. El coro estaba ridículamente vestido y fue deficiente la preparación de Juan Casasbellas.

Sí fue muy buena Florencia Fabris como Norma. Poseedora de una voz bien emitida logró un canto expresivo y demostró muy buenas cualidades para administrar el aire de su emisión, sin dejar de sumar vehemencia en el decir y natural desempeño como actriz. Fue la única del elenco dotada de musicalidad. Por su parte la distinguida Adriana Mastrángelo ofreció una Adalgisa alicaída en cuanto a la sonoridad, alejada del carácter e inflexiones que se esperan cuando debe acoplarse en los dúos con la protagonista. Resultó evidente que fue un error aceptar una parte alejada de sus cualidades para otros roles.

Por el lado de las voces masculinas, el tenor Paolo Bartolucci fue tan elemental como un aficionado; careció de musicalidad y de una escuela de canto aunque más no sea aceptable como para cantar las partes de Pollione. Un desatino inexplicable del responsable artístico de la entidad organizadora. Algo mejor fue Cristian Peregrino como Oroveso, quien de todos modos intervino de un modo desteñido por la pésima conducción actoral que pareció ignorarlo. Sólo Patricia Deleo, como Clotilde, y Nazareth Aufe, como Flavio, actuaron con solvencia. Los niños cumplieron su misión sin provocar ninguna tensión. El público fue sólo gentil, detalle de buena educación.

 
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