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La escena que exige la obra de Weber
Por Susana Freire
LA NACIÓN. Miércoles 25 de mayo de 2011.

Todos los ingredientes de la ópera romántica alemana del siglo XIX se encuentran reproducidos en El cazador furtivo (Der freischütz), que Mercedes Marmorek pudo exponer. La puesta en escena, sobria y efectiva, reproduce los diferentes ambientes que exige la obra, tanto en el primer acto como en el segundo, con mucha imaginación y solvencia. Tuvo el gran aporte de sus colaboradores: María José Besozzi que, con el diseño escenográfico, sintetizó la realización tanto del bosque como de la casa de Kuno, y Lucía Marmorek, con un vestuario que se basó en diseños de la época elaborados en colores pastel, permitió sumarse a la propuesta estética.

No puede dejar de mencionarse el telón de fondo, que reproduce un cielo con nubarrones que fue fundamental para el desarrollo de la ópera, sobre todo cuando se contó con la excelente iluminación de Alejandro Le Roux, que supo crear climas muy elocuentes por el alto grado de dramatismo. Fue el creador de imágenes muy pictóricas por el juego de contrastes, por la combinación de claros-oscuros y por el toque impresionista que sugería. Un muy buen trabajo.

La labor de Mercedes Marmorek, en su debut en la régie, demostró solvencia al conseguir una dinámica efectiva, aunque a veces recurre a la posición frontal de los cantantes, sobre todo en las partes corales, lo que impone la sensación de estatismo. En cambio obtuvo una buena respuesta actoral de la mayoría de los protagonistas, interpretación que favoreció la verosimilitud de los personajes.



El cazador furtivo
Por Juan Carlos Montero.
LA NACIÓN. Miércoles 25 de mayo de 2011.

Der Freischütz ( El cazador furtivo ), de Carl Maria von Weber. Elenco: Carla Filipcic Holm (Agathe), Maria Belen Rivarola (Annchen), Enrique Folger (Max), Hernan Iturralde (Caspar), entre otros. Direccion musical: Javier Logioia Orbe. Puesta en escena: Mercedes Marmorek. Producción: Buenos Aires Lírica en el teatro Avenida.
Nuestra opinión: muy bueno


Encarar una versión de El cazador furtivo, de Weber, implica enfrentarse con una obra sumamente compleja, porque con ella puede afirmarse que nació la ópera romántica. Ya desde la obertura se escuchan melodías de varios momentos y no tan sólo temas aislados. En este sentido, el creador parece conocer el melodismo italiano que aplica con pinceladas. Asimismo es notable que en los finales de acto, el compositor parece apuntar a la obtención de un continuum musical (Wagner debió conocer el aporte de su colega) integrados a la trama, como acontece en el segundo acto, cuando ese momento semeja un poema sinfónico de rica orquestación.

Desde el punto de vista musical, la versión tuvo los factores de mayor calidad en la ejecución orquestal de la mano de una precisa batuta de Javier Logioia Orbe (la obertura fue objeto de una aceptable versión) y el sobrio cometido, vocal y actoral, de las sopranos Carla Filipcic Holm, como Agathe, y María Belén Rivarola, encarnando a Ännchen.

Ambas cantantes concretaron los pasajes musicales de mayor jerarquía y destacaron con naturalidad el contraste de sus personajes de la ficción. En este sentido, María Belén Rivarola dejó escuchar el delicado canto ya desde su primer aria, "Cuando un muchacho esbelto se acerca...", que interpretó con gracia y picardía, y luego, cuando Agathe, soñadora, pensativa e implorando a Dios protección para su amado y queda sola, Carla Filipcic Holm dio una clase de refinado fraseo al entonar con musicalidad y distensión la gran aria "Suavemente, suavemente...".

Asimismo fue de primer orden el canto y aporte vocal del tenor Enrique Folger, caracterizado por una voz poderosa y expresiva, quien además sumó un convincente desempeño en su accionar como actor. No cabe duda de que el artista se encuentra transitando el mejor momento de su evolución que, sumado al dominio del alemán, le puede permitir encarar algunos de los dramas wagnerianos.

En la escena de Kaspar en la Garganta del Lobo, Hernán Iturralde lució toda su experiencia de cantante de sólidos recursos, así como su profundo conocimiento del repertorio germano. Como ya es habitual en su actuación, volvió a inducir esa cuota de aplomo y certeza de quien conoce a fondo su personaje desde todo punto de vista.

El resto del elenco, con muy sobrias y buenas actuaciones de Walter Schwarz, el ascendente Ernesto Bauer, como Ottokar, y Gustavo Zahnstecher, como Killian, cumplieron su cometido con acierto, en tanto que el Ermitaño, a cargo del excelente bajo Christian Peregrino, fue algo sorprendente, acaso por una posible confusión en la confección de las ropas, simplemente porque el personaje apareció vestido de rico terrateniente.

Sin embargo, más allá de estos detalles de la acción teatral que tuvo a la joven Mercedes Marmorek como directora escénica, quedó un saldo positivo, porque en los aplausos se observó que todo el elenco, incluidos los maestros, técnicos e integrantes del coro era gente joven, es decir, evidencia rotunda de un semillero de inmensa potencia y entusiasmo que augura al mundo de la ópera la prolongación en el tiempo de su vigencia y esplendor.

 
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