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Cuando decía que iba a cantar Fidelio, me revoleaban los ojos
Por Gabriela Cabezón Cámara
LA RAZÓN, Domingo 11 de abril 2010

Dicen los que saben que Carla Filipcic-Holm es una de las mejores cantantes líricas jóvenes argentinas. La crítica especializada afirma acerca de ella cosas como que está "destinada a sobrellevar una carrera fulgurante y convertirse en ícono de la República" y califica sus interpretaciones con palabras como "delicada y visceral".

Carla, además, acumula premios: ganó el 1º Concurso de Canto de La Scala de San Telmo, Obtuvo el Premio Estímulo 2003 de la Asociación de Críticos Musicales de Argentina, el Premio Clarín "Revelación Música Clásica 2004", y el Primer Premio de canto de la VIII Bienal Juvenil Shell-Festivales Musicales 2005. Y siguen los éxitos: en 2006 le otorgaron una beca de la Fundación Bertelsmann para asistir a sus Master Class en Güttersloh. Entre 2007 y 2009 se perfeccionó y especializó en repertorio alemán con Siegfried Jerusalem, gracias a la Beca María Marta Sanchez Elía de Nuñez, que ganó dos años seguidos. Y el año pasado su trabajo en El Cónsul fue ovacionada y recibió las más elogiosas críticas.

Desde el verano está en Buenos Aires, trabajando. Ayer estrenó Fidelio, la ópera de Beethoven, presentada por Buenos Aires Lírica en el Teatro Avenida, donde interpreta el complejísimo rol de Leonore-Fidelio.

Ella jura que no se la cree. Y es fácil creerle mientras sirve el té en su departamentito de Congreso, luminoso, blanco y "un poco abandonado" dice, por tanto tiempo en el exterior. Le está yendo bárbaro pero no se la cree, repite, y abunda:
"No lo puedo creer. Me siento la misma que cuando entré al Instituto del Colón; aunque de golpe veo que un chico diez años menor me ve como con distancia pero yo no la siento. Además, siempre me siento estudiante, no es que digo ya llegué y canto y listo. En definitiva es lo mismo, tenés que cantar cosas de mayor dificultad, pero eso es inherente al crecimiento; estudiaste más tiempo y sabés más".

Hablando de estudiar, buena parte de tu repertorio es en alemán, ¿por qué?.
Mi voz tiene afinidad con el tipo de articulación de la lengua, más que con el italiano, aunque también lo canto y lo estudio. En Alemania, claro, yo era como la gurú del italiano; acá tenemos muchos maestros que enseñan ese repertorio.

¿Cómo es que se relacionan idioma y música?
El idioma de un compositor condiciona su forma de escribir. Lo que sea, ópera o música instrumental. Hay un fraseo que tiene que ver con el lenguaje que aparece en la música, en la forma de componer. Además están las cuestiones de acentuación, que son propias de cada lengua. Según las características vocales de cada uno, te sentís más cómodo con determinados idiomas. A mí me pasa con el alemán. Por suerte tiene millones de cosas para cantar. A mí me gusta mucho la canción, el lied. Me dedicaría sólo a eso.

¿Cómo te sentís haciendo un rol tan difícil como Leonore?
No tenía tanto miedo, pero cuando contaba que iba a cantar este rol la gente revoleaba los ojos. Es cierto que no es una ópera que te parás y la cantás, hay que trabajarla y estudiarla mucho porque tiene momentos de un compromiso técnico altísimo; los últimos veinte minutos son tremendos.

¿Te interpela emocionalmente la historia de injusticia?
Es un conflicto que no se puede pasar a esta época: Leonore y Florestán son nobles. Y eso es lo contrario a lo que uno espera viéndolo desde la actualidad. Sí existe dentro de la obra un tipo que lo encarcela porque se la tiene jurada en forma personal. Y eso sí que pasa en todas las épocas: cambia la situación de poder y se invierte el sometimiento y el ejercicio de la crueldad. Eso charlábamos con la directora: cuando un régimen autoritario reemplaza a otro hay represalias. Pero el hincapié de esta obra está en otra parte, exalta el valor y fidelidad de esta mujer hacia su marido. No es como El Cónsul, la historia de un fugitivo político que situamos en una especie de Alemania Oriental. Cuenta la lucha de una mujer por reunirse con su marido, las increíbles trabas burocráticas para la gente que quería salir. Y bueno, claro, terminan muriendo todos y ella mete la cabeza en el horno. Fidelio nada que ver. Y además no tiene tiempos de teatro sino de ópera, podés estar veinte minutos quieta, cantando

¿Qué vas a hacer en una semana, cuando termine Fidelio?
En mayo, Don Giovanni en el Argentino de La Plata. Y un par de conciertos, de Schubert y Strauss. En Alemania, tengo ganas de volver a hacer un concierto de música argentina. Allá estaban encantados, son cosas que nunca escuchan: Piazzolla, Ginastera, Buchardo, Guastavino. Lo disfruté mucho

 
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