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Decepciones con 'Falstaff'
Por Carlos Singer
MUNDOCLÁSICO, Viernes 17 de diciembre 2010

Buenos Aires, 12/12/2010. Teatro Avenida. Giuseppe Verdi, Falstaff, comedia lírica en tres actos con libreto de Arrigo Boito inspirado en 'Las Alegres Comadres de Windsor' y 'Enrique IV' de Shakespeare. Director de escena: Fabián von Matt. Escenografía y vestuario: Daniela Taiana. Iluminación: Alejandro Le Roux. Elenco: Luis Gaeta (Sir John Falstaff), Carlos Ullán (Fenton), Leonardo Estévez (Ford), Vanesa Tomas (Alice Ford), Gabriela Ceaglio (Nannetta), Elisabeth Canis (Mrs. Quickly), Cecilia Jakubowicz (Mrs. Peg), Osvaldo Peroni (Dr. Cajus), Gustavo de Gennaro (Bardolfo) y Walter Schwarz (Pistola). Coro de Buenos Aires Lírica (director Juan Casasbellas) y Orquesta. Director musical: Javier Logioia Orbe. Quinto y último título de la temporada 2010 de Buenos Aires Lírica.

Como cierre de sus respectivas temporadas de ópera, tanto Buenos Aires Lírica como el Teatro Colón habían programado sendos 'Falstaff' para fechas bastante próximas. No voy a insistir aquí sobre lo improcedente de estas absurdas reiteraciones, que en los últimos años en especial se vienen dando con exagerada frecuencia. Más allá de la sana competencia, la cantidad de títulos que se ofrecen cada año no es tan grande (hubo épocas felices en que el Colón presentaba 12 o 14 óperas por temporada: ahora se contentan con seis) como para que además algunos de ellos se vean en dos puestas casi simultáneas.

Los dos 'Falstaff' habían creado una lógica expectativa sobre sus resultados artístico - musicales, concitando el morbo de público y crítica ante la casi inevitable comparación, aunque las posibilidades, tanto económicas como de espacio escénico o de capacidad del foso orquestal, preanunciaban una innegable ventaja para nuestro Primer Coliseo. Finalmente sólo una mínima parte de los interesados pudieron ver la segunda de estas producciones, la del Colón. De las cuatro funciones anunciadas sólo se llevó a cabo la primera, para colmo de males un sábado, un día absolutamente atípico para un estreno. Las tres restantes fueron suspendidas (no canceladas) pero todo hace presumir que los principales intérpretes ya habrán retornado a sus respectivos países, con lo que una reprogramación se hace inviable.

En lo personal había decidido no asistir al estreno en el Colón, que coincidía con el cierre del ciclo de Pilar Golf al que sí concurrí (ver reseña), con lo que finalmente me quedé sin ver esta segunda propuesta, ni poder hacer, como tenía en mente, dos comentarios consecutivos y vinculados sobre ambas versiones. Una verdadera lástima, porque en verdad la última ópera verdiana merecía un tratamiento mejor que el que aquí recibió: por un lado un trabajo que no le hizo verdadera justicia (el de Buenos Aires Lírica) y por otro un esfuerzo trunco y una situación frustrante (el cierre de temporada del Teatro Colón).

Con respecto al único Falstaff que finalmente pude ver, lo más rescatable fue la parte masculina del elenco. Con un excelente protagonista, Luis Gaeta, un artista íntegro y muy completo, que se muestra en un estado vocal digno de elogio (con potencia y proyección, calidad en su línea de canto y dicción muy precisa) y que supo dotar al personaje epónimo de una amplia y variada gama de matices escénicos. Un gran trabajo.

Carlos Ullán fue otro de los baluartes de la representación, con una labor consistente y grata tanto en lo escénico como en lo canoro, donde volvió a exhibir seguridad, afinación y prestancia. También fueron muy loables las actuaciones de Gustavo de Gennaro y Walter Schwartz como la dupla de sirvientes-secuaces de Sir John, mientras Osvaldo Peroni, de correcta tarea vocal, reiteró en la faz actoral sus conocidos gestos y 'tics' algo exagerados y con marcada tendencia al estereotipo. Finalmente Leonardo Estévez compuso un Ford un poco esquemático, con cierta propensión a un canto no demasiado refinado.

La parte femenina del elenco fue sensiblemente menos atractiva, destacándose sólo Elisabeth Canis, que dio vida a una Quickly firme, segura, afinada y con una adecuada composición del rol. Tanto Vanesa Tomas como Gabriela Ceaglio, a las que había escuchado y apreciado en anteriores desempeños en los que me convencieron en mucho mayor grado, estuvieron por debajo de los requerimientos de sus respectivos papeles. Cecilia Jakubowicz cumplió, sin más, en el mucho menos exigente rol de Peg. Para terminar de inclinar la balanza a favor del sector masculino, las escenas y conjuntos en que éstos participaron tuvieron un razonable -no óptimo- nivel de ajuste y precisión, mientras fue fácil detectar desencuentros y más de un momento de zozobra en varios de los rápidos y complicados pasajes a cargo de las cuatro voces femeninas solas o interactuando con los otros personajes.

Bien en líneas generales la labor del Coro mientras la orquesta lució afinada y de aceptable sonido, pero fue evidente la falta de cuerpo, de densidad de esa formación en una obra de un sinfonismo muy notorio, que clama a gritos por un grupo instrumental mucho más nutrido. La labor concertadora de Logioia Orbe tampoco alcanzó a conformarme plenamente como en otras ocasiones. Quizás no se sentía demasiado cómodo con las fuerzas puestas bajo su mando y parecía que le resultaba difícil coordinarlas de forma del todo satisfactoria, con lo que se vió afectado el discurso musical y el ritmo de la ópera. Para grata sorpresa, la fuga final, ese momento cumbre de la partitura, estuvo muy bien resuelta tanto por las voces como por la orquesta, que cerró la obra con brillo y contundencia.

El ya demasiado reiterado recurso del teatro dentro del teatro fue el escogido por von Matt para desarrollar su puesta en escena, que no pasó de locomedido. La escenografía, que con sus dos armazones de madera enmarcando un escenario más pequeño recordaba mucho la empleada por el mismo equipo para El Cónsul de Menotti de la temporada anterior, no aportó nada positivo: antes bien distrajo bastante con los movimientos de unos presuntos asistentes encargados de diferentes tareas, mientras algún detalle resultó claramente flojo, como la encina del cuadro final, apenas un escuálido arbusto o todo el 'gag' que precede al inicio de la obra con las fallas de una de las luminarias del proscenio. El vestuario tuvo altibajos y algunos trajes parecían propios del carnaval veneciano.

En suma, un Falstaff poco logrado, que no condice para nada con el nivel al que nos tiene acostumbrados una institución de la jerarquía de Buenos Aires Lírica.

 
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