Dos grandes joyas de Puccini
Por Juan Carlos Montero
LA NACIÓN, ESPECTÁCULOS, Domingo 18 de noviembre de 2007
Operas Il tabarro y Gianni Schicchi, de Giacomo Puccini. Elencos: Mariela Schemper (Giorgietta), José Azócar (Luigi), Ricardo Ortale (Michele), Elisabeth Canis (Frugola), Ana Laura Menéndez (Lauretta), Luis Gaeta (Schicchi) Marta Cullerés (Zita), Arnaldo Quiroga (Rinuccio), Walter Schwarz (el Talpa y Simone) en los principales personajes, y gran elenco. Escenografía: Daniela Taiana. Vestuario: Luciana Gutman. Iluminación: Horacio Efron. Régie: Rita Cosentino. Director de coro: Juan Casasbellas. Director musical: Carlos Vieu. Buenos Aires Lírica. En el teatro Avenida. Próxima función: hoy, a las 18.
Nuestra opinión: muy buena.
A partir de una segura y prolija dirección musical de Carlos Vieu y una labor muy equilibrada del cuadro de cantantes, las dos óperas de Giacomo Puccini que conforman el famoso tríptico -faltó Suor Angelica- inspirado en la Divina comedia , la entidad Buenos Aires Lírica culminó su temporada con un gran éxito que ratifica la excelencia del trabajo de su equipo artístico y, lógicamente, la calidad del maestro argentino que destaca una excelente técnica de dirección, autoridad, temperamento y capacidad para inculcar su criterio y forma de concebir la versión de cada partitura.
Pero además, para que el éxito fuera significativo y provocara el beneplácito del público, se sumó el buen criterio del montaje escénico, tanto por el logro del realismo de Il tabarro, como por provocar una gracia inmediata en la joya del teatro de humor negro que caracteriza a Gianni Schicchi. Para ello, lógicamente, se sumó la labor del cuadro de cantantes que en líneas generales tuvo un desempeño, desde el punto de vista escénico, homogéneo y equilibrado.
Acaso fue en la parte final de Il tabarro -cuando el drama adquiere su mayor intensidad-, que la actuación teatral resultó poco convincente y la expresión cantada careció de intensidad a pesar de la buena labor vocal de Mariela Schemper, del tenor chileno José Azócar y de Ricardo Ortale. En este sentido no fue acertada la marcación de Rita Cosentino para resolver el tema de la muerte del amante, modificando la idea del autor (Puccini fue un potencial puestista que imaginaba cada situación dramática, por lo que dejó escrito en la partitura cómo debía ser ese momento), de que el capote realmente ocultara hasta el último instante el asesinato cometido y que rodara el cadáver cuando lo abriera y lo viera la esposa.
Con respecto al elenco, de los varios personajes fueron excelentes Elisabeth Canis como la Frugola , Walter Schwarz, que encarnó al Talpa, y Carlos D Onofrio como el Tilca, un trío que hizo gala de poseer buenas voces y segura musicalidad. Un detalle positivo fue que los dos amantes estuvieran a cargo de dos artistas consagrados como Ana Laura Menéndez (en Gianni Schicchi fue una Lauretta de exquisita musicalidad) y el tenor Arnaldo Quiroga, que, como Rinuccio en la segunda obra, fue consumado desde todo punto de vista.
Humor negro.
Precisamente la obra cómica comenzó con un impacto sorprendente: una radio difundiendo un pasaje de Suor Angelica (¡Qué buena idea incorporar una pincelada de la obra que faltaba del tríptico!), el muerto Donati y el inmediato llanto hipócrita de los parientes en una situación mordaz, ácida y desopilante. También la modificación de la época de la acción fue una feliz idea, porque al ubicarla en años del siglo pasado permitió a Luis Gaeta en el personaje protagónico concretar una estupenda caracterización a cara limpia en un trabajo de actor y cantante que ha de quedar como modelo para las generaciones futuras.
Así como fue ideal la voz de Gaeta en las partes cantadas, otro mérito estuvo centrado en la manera de decir y expresar con énfasis el texto y, a la vez, mantener una justa medida de sobriedad en busca de naturalidad y realismo. Nada en él fue exagerado y las situaciones teatrales se sucedieron con un alto poder de convicción, tal como ocurre con los grandes actores del teatro cuando se mimetizan en el personaje.
Pero no menos ideal fue el elenco, como se dijo, con el éxito de Ana Laura Menéndez (exquisita musicalidad en la gran aria Mio babbino caro ), de Arnaldo Quiroga, de segura musicalidad y voz bien timbrada, y un conjunto donde se destacaron Marta Culleres (impecable Zita), Carlos D Onofrio, éste último con un seguro avance en la carrera, y Vanesa Tomas (Nella), Walter Schwarz (muy buen Simone), Esteban Hildebrand (Marco), Enzo Romano (Beto) y la niña Candelaria Castro al encarar con aplomo a Gherardino. Otro niño, Francisco González, se había lucido en el primer momento de Il tabarro.
En la puesta escénica, además de la adecuada iluminación y muy buen diseño escenográfico, se vio el vestuario impecable y de buen gusto de Luciana Gutman, quien además fue minuciosa al extremo en la vestimenta de cada personaje donde la combinación de colores y hasta los zapatos de cada uno fueron detalles de llamativa calidad. En definitiva, un muy buen espectáculo que se repetirá algunas veces más y que bien vale ser visto.
|
