BUENOS AIRES LÍRICA - La experiencia de la opera
 
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Prensa
Amores rusos
Por Verónica Pagés
LA NACIÓN, Viernes 14 de julio de 2006


Con régie de Rita Cosentino, esta noche subirá a escena "Yevgeny Onyegin", la ópera de Tchaikovsky, basada en una novela de Pushkin.

Rita Cosentino es coordinadora artística del Centro Experimental del Teatro Colón (CETC) desde hace ocho años, donde ya dirigió un par de óperas contemporáneas. Antes de eso había sido asistente de dirección escénica en varias óperas de repertorio en el Colón. En el último tiempo vivió durante dos largas temporadas en España para llevar adelante dos becas en el Teatro Real de Madrid, institución que le acaba de ofrecer un contrato por un año más de trabajo. Además de haber incursionado en algunas puestas teatrales más cercanas al teatro musical que a uno de texto convencional, esta artista también tuvo a cargo la régie de "Werther" y "Rigoletto" para Buenos Aires Lírica, organización musical que le ofreció una tercera ópera, "Yevgeny Onyegin", de Tchaikovsky, que esta noche subirá a escena en el teatro Avenida.

Con semejante currículum no sería desatinado imaginar a Rita Cosentino como una señora de mediana edad, pero la que llega a la entrevista es una joven pelirroja de 37 años, recién cumplidos, que se presta gustosa a las fotos y a la charla. “La verdad es que desde que me recibí de régisseur en el Instituto Superior del Teatro Colón, hace diez años, trabajo sin parar, hasta he dejado de lado cosas personales para darle espacio a mi carrera, para ponerla en primer plano.”

Desde chica, Rita Cosentino se movió entre muchos frentes y la impulsaban intereses diversos. A los 11 años empezó a estudiar teatro y danza, cuando terminó el secundario se mudó de San Antonio de Padua a Capital Federal porque el trabajo en un banco, sus incipientes y breves estudios de psicología, sus clases en Bellas Artes, las privadas de música, más alguna presentación con su grupo de ballet era mucho si a todo eso había que sumarle los largos viajes en tren.

A los 23 años, ya sin psicología en la cabeza, pero sí con danza, artes plásticas, música y dirección teatral en la mira, Cosentino comenzó a asistir a funciones de ópera en el Teatro Colón, donde se enteró que existía una carrera que agrupaba exactamente todas las artes a las que ella quería dedicarse, la de régisseur.

Alcanzar el título, sin embargo, no la dejó quieta y sus intereses se siguieron moviendo hasta recalar en el seno del Experimental, como lo llama ella, lo que le amplió aún más los límites de su mirada.

“Para mí, esta oportunidad de estar en un mismo universo y cubrirlo de extremo a extremo, de la ópera contemporánea a la de repertorio, es única. Hay riquezas para tomar de ambas y esa flexibilidad me aporta muchísimo, de hecho filtro una en otra en cuanto puedo”, explica Cosentino, que en esta oportunidad se acercó a la obra de Tchaikovsky sin modificar espacios ni tiempos, pero con la compañía de la escenógrafa y vestuarista Oria Puppo y de la coreógrafa Viviana Iasparra, con quienes, indudablemente, tramó dónde y cómo ubicar sus personalísimas miradas.

“La ópera de repertorio tiene sus resistencias, sus límites para ser penetrada con una visión moderna, porque a veces se penetra, pero se rompe”, sigue la directora.

Y en eso, Cosentino tiene experiencia, ya que su última beca en el teatro de ópera de Madrid consistió en ser una suerte de asistente del repositor en la puesta de “La flauta mágica”, de Mozart, que realizó la compañía catalana Fura dels Baus. “Fue muy interesante seguir una visión tan innovadora frente a una obra que por momentos lo permite y por momentos no. De la misma manera hay que saber ver la ópera contemporánea para delimitar hasta dónde es ópera, hasta dónde es teatro musical o teatro con música, aunque siempre está bien caminar por la cornisa.”

Para meterse en el universo de “Yevgeny Onyegin”, de Tchaikovsky, basada en la novela en verso de Alexander Pushkin, Cosentino tuvo que abrir la puerta del mundo ruso, ir a la literatura, a la filosofía, a la historia, a las artes plásticas, al pensamiento y al lenguaje. “A partir de Pushkin tuve que ir a Chejov y también a Tolstoi. Hay en la literatura y en el teatro ruso una modalidad muy especial que tiene que ver con la teatralidad y la no teatralidad. El transcurrir mismo es el protagonista de la obra, no las intenciones de los personajes, los conflictos aparecen por otros lados, los personajes transcurren, viven y en ese vivir se van desprendiendo cosas que no parecen ser importantes, pero terminan siendo trascendentales. En eso estuvimos trabajando e investigando muchísimo con los cantantes”, explica la directora.

Una de las preocupaciones que le plantearon sus actores fue que sentían que lo que cantaban no se correspondía con la música, como si texto y melodía fueran por carriles paralelos con un espacio en el medio muy ambiguo. “Hay una especie de pliegue, ese es el espacio de la teatralidad, en ese espacio el personaje vive. “¿Cómo se actúa eso?”, me preguntaban. “No se actúa, sucede”, les decía yo.”

El eje en la actuación
Entonces, la directora de puesta en escena de esta ópera puso el eje de su trabajo en la actuación, en cómo hacer para que no se estereotipen. “Mi trabajo en esta obra, no así en otras, fue situarme en la cuestión de cómo hacer para que no hagan y sin embargo el personaje se transforme, porque si uno pone algo de más en esta obra entra muy rápidamente en el estereotipo. Intentamos hacer las cosas lo más natural posible, acercarnos lo más posible al naturalismo ruso.”

Para eso necesitabas buenos actores

Sí, de hecho Stanislavsky, que hizo esta obra, decía que prefería buenos actores a excelentes cantantes. Yo, por suerte, me encontré con muy buenos cantantes actoralmente hablando. No tienen vicios con lo cual son materia llana para trabajar. La puesta no deja de ser el imaginario compartido entre el mío y el de los cantantes, ya que siempre va a existir algo del imaginario que ellos tengan de sus personajes, y es bueno entonces tener un elenco maleable para que, en definitiva, yo pueda mostrar mi mirada de la obra. Lo bueno, en este caso, es que es un elenco joven, con lo cual vienen muy bien para la obra porque los protagonistas son adolescentes y además porque no tiene vicios y están muy dispuestos a ver de qué se trata, a atravesar un alto nivel de prueba. Igual los años aportan mucho, como en el caso de Marta Cullerés que hace un personaje adorable como el de Filipyevna, la nodriza, que es en realidad la nodriza de Pushkin, a la que el autor metió a modo de homenaje.

¿Te demandó mucho tiempo de trabajo acercarte, entonces, a esta obra?
Muchos meses de mi estadía en España los usé para investigar, y acá ya estamos ensayando hace algo más de un mes, pero eso no dice nada del enorme trabajo que se ha hecho. Alguien dijo alguna vez que ésta era una ópera intimista, pero ¡no!, es una gran ópera. Sí hay escenas con esta característica, pero todos los actos tiene grandes movimientos de conjunto. Me encontré con muchísima gente arriba del escenario y es muy arduo el trabajo para integrarlos, para que no se recorten del resto, para que no se queden parados sin hacer nada. Todo en “Yevgeny Onyegin” ha sido un gran desafío, y eso fue lo que me atrapó.

Elenco
Junto a Rita Cosentino participan de la puesta de “Yevgeny Onyegin”, Carlos Vieu en la dirección musical, Oria Puppo en escenografía y vestuario, Horacio Efron en iluminación y Viviana Iasparra en coreografía. Juan Casasbellas dirige el Coro Buenos Aires Lírica. Y el elenco está integrado por Armando Noguera (Yevgeny Onyegin), Daniela Tabernig (Tatiana), Enrique Folger (Lensky), Gabriela Cipriani Zec (Olga), Mónica Sardi (Larina), Marta Cullerés (Filipyevna) y Ariel Cazes (Príncipe Gremin), entre otros. Nuevas funciones: domingo, a las 18, y jueves y sábado 22, a las 20. Informes: 4381-0662

Para agendar
Yevgeny Onyegin
, de Tchaikovsky, por Buenos Aires Lírica

Teatro Avenida, Avenida de Mayo 1222. Estrena hoy, a las 20. Desde $ 10

 
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